lunes, 14 de febrero de 2022

ELEMENTO EN CONTRA

Ayer tarde, después de semanas de sequía, en cuanto las primeras gotas de lluvia mojaron el suelo de mi terraza, me calcé las botas de agua, que tanto me gustan, recién compradas en las rebajas más por fe que por necesidad. Por fin iba a estrenarlas.
Sin embargo cuando pisé la acera de la calle, no solo ya estaba seca, sino que se veían claros de cielo entre las nubes, no iba a llover.
Recordé una anécdota infantil que permaneció en mi memoria porque a mi madre le hacía gracia y la contó el número de veces suficiente para que yo no la olvidara.
Apenas tendría cuatro o cinco años cuando los Reyes Magos me trajeron de regalo un paraguas pequeñito. Que ilusión me hizo la primera mañana que mi madre me vino a buscar al colegio trayendo el paraguas, parecía que iba a llover. 
El cielo estaba muy nublado, mañana gris oscura, sin embargo el camino de vuelta avanzaba y yo seguía cargando inútilmente ese paraguas infantil cerrado. Llegadas a la plaza de la catedral ya a pocos metros de casa, asumí la evidencia de que no llovería así que, sin pensármelo dos veces y sin abrirlo siquiera, introduje en la fuente de la moreneta mi paraguas hasta la empuñadura. ¿De qué sirve un juguete si no puedes jugar con él? Con un paraguas lo que se hace es mojarlo.
Ayer tardé pensé que ante la similitud de las circunstancias le debía un homenaje a la niña que guardo dentro, me acerqué al río para estrenar de remojo mi juguete de bonitas botas de agua de las rebajas de enero.

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