jueves, 26 de junio de 2008

BOCA

Beso que fue roto,
robado a traición en la comisura,
ambiguo y engañoso,
quizás malinterpretado.
Beso que duele en mi recuerdo por inútil ilusión.

martes, 24 de junio de 2008

NOCHE MÁGICA



El ruido del secador de mano impedía que Amanda escuchara con comodidad. Buena excusa. No tenía ganas de contestar las tópicas preguntas de su peluquera sobre su estado. ¿Cómo esperaban que se encontrara? Mal, se encontraba mal. Mejor dicho, sobrevivía.
Tras varios intentos fracasados, María había optado por unirse a la conversación de sus compañeras dejando a Amanda aislada en sus pensamientos. Frases sueltas llegaban a sus oídos.
- .... de la noche de San Juan ...
Se sorprendió con la constancia del paso del tiempo. Era la noche de San Juan. Noche mágica. Su noche, según le había dicho Ismael que la había llamado bruja. Se preguntaba si habría algo de verdad en esa afirmación. Desde cría le pasaban cosas, telepatía, casualidades, demasiadas coincidencias como para no sospechar que había algo más. Algo que no comprendía porque no lo controlaba, pero que tampoco le preocupaba porque resultaba inocuo. "Mala bruja", le regañaba su padre cuando era niña. No, y algo de razón ya tendría, pensaba Amanda, porque con lo que solía equivocarse, como bruja debía de ser bien mala.
- ... a la hoguera...
Lo oportuno de la sentencia provocó una espontánea carcajada en Amanda. María apartó el secador y se la quedó mirando extrañada.
- No, nada. – le explicó un poco avergonzada de esa risa nerviosa que le costaba dominar. – que me he acordado de una cosa, una tontería. Sigue, sigue secando. ¿Vas a Cillas esta noche?
La conversación se reanudó sin problemas a su alrededor. Amanda, aliviada, desconectó de nuevo a sus pensamientos.
Era raro que no la hubiera telefoneado Sara para invitarla a alguna fiesta como todos los años. Habría supuesto que no querría dejar sola a Sofía, porque por lo del luto no creía que hubiera sido. Ya la semana pasada le había comentado su estupor porque no echaba de menos a Nacho. Su cuñada le dijo que lo que le pasaba era normal, que todavía no había reaccionado, que cuando se relajara le llegaría la avalancha, que tenía que estar preparada, que a ella le había pasado lo mismo cuando lo de su padre..., pero Amanda seguía creyendo que no había sentido la muerte de Nacho todo lo que debería. Hacía ya un mes que era viuda, pero no se sentía triste. Se sentía como en "stand by", preparada, lista para no sabía qué. Ni siquiera estaba preocupada. Su vida había cambiado y todavía no sabía cómo iba a ser a partir de entonces, pero no le preocupaba.
(Fragmento de la novela "Amanda Erosionada")

domingo, 22 de junio de 2008

TEATRO

PERSECUCIÓN Y ASESINATO DE JEAN PAUL MARAT
Centro Cultural del Matadero. Junio 2007
De entre mis incursiones en el mundo del arte y la cultura, el Teatro ha sido, sin duda, la actividad que más fácil me ha resultado. Probablemente porque me he pasado la vida actuando. Hipocresía social de superviviente.

domingo, 15 de junio de 2008

TRISOCIACIÓN

CAPÍTULO IV

Jaime se convirtió en el mejor actor. Creó para sí e interpretó como un auténtico profesional un personaje frívolo, con sentido del humor, de opiniones irónicas sobre múltiples temas que conocía, y evasivas ingeniosas sobre los que fingía desconocer. Su condición de artista, a pesar de que nadie había visto ninguna de sus obras, justificaba sus excentricidades. Estableció su campamento de base en un bar del casco antiguo donde Cristian trabajaba de camarero, "El 31", de ambiente frecuentado por artistas y bohemios. Aprovechó su imponente físico, (atlético, moreno agitanado, ojos verdes marihuana), para conseguir el interés de todas las chicas. Cierta ambigüedad sexual calmaba los celos de los chicos que acababan teniéndolo como amigo y compañero de juergas. Era el invitado imprescindible. Cuando él aparecía estaba asegurada la diversión. Sabía escuchar y como evitar dar información personal. No tenía profesión conocida. Vivía de las rentas de un local que su abuela le había regalado cuando cumplió dieciocho años y desde entonces había sido alquilado como oficina de un agente intermediario de viajes. No estaba censado, no tenía carné de conducir, ni seguro médico. Gozaba de buena salud y llevaba sin alardes una vida sana que lo mantenía inmune a muchas enfermedades. Era su victoria personal. Disfrutaba escapando al control administrativo y social. Ni siquiera tenía teléfono móvil. ¿Para qué? Él siempre sabía donde encontrar a la persona que necesitaba, y era una gran ventaja la libertad de ser ilocalizable cuando le interesaba. Viajaba por la vida con poco equipaje, no soportaba lastres ni ataduras, y sentía terror por todo aquello que significara monotonía de costumbres, personas o sentimientos. Supuestas visitas a su desperdigada familia eran la excusa perfecta cuando necesitaba breves retiros por saturación o agobio personal.

Mientras tanto y a la sombra, se afanaba en dar los pasos necesarios para alcanzar su objetivo de cumplir los deseos que fomentaran el desarrollo cultural en su ciudad. Para vencer las dificultades que su personalidad de vividor le condicionaba, ideo una estratagema que se convirtió en el gran juego de su vida. Una doble vida. Las circunstancias del trabajo de Cristian y sus costumbres de horarios desordenados, le permitían campo libre de actuación. Creó un nuevo personaje, Juan Ruiz, que interpretaba con el virtuosismo de disfrutar del trabajo bien hecho. Había comprobado que en Huesca no suelen mezclarse los ambientes nocturnos y diurnos, además de que la gente solía agruparse en círculos muy cerrados por lo que sería difícil que lo descubrieran. Bastó sustituir sus postizas rastas rubias por unas mechas de pelo canoso que le daban un aspecto entrado en la treintena, gafas que encubrieran su mirada y adoptar un tono de voz más grave. Se convirtió durante el día en uno de los asiduos colaboradores de la sección musical del área de cultura de la Diputación Provincial. Esto le llevaba a asistir a presentaciones de libros, exposiciones, conferencias y festivales. Mucha información de primera mano se obtiene degustando canapés.
¡Cómo facilita las cosas pertenecer al engranaje social! Tener libre acceso para manipular la convocatoria de becas, presupuestos para proyectos culturales, subvenciones que permitían realizar los deseos de los artistas más emprendedores y con ideas más vanguardistas. Como condición: sólo realizaría uno por persona. Adiós al trabajo indiscriminado. Todo el mundo tendría su oportunidad, pero única, que fueran ellos mismos los que eligieran. Que tengan éxito quienes mejor formulen sus deseos o más claras tengan sus opciones.

Más de dos años pasó llevando esta doble vida oculta, banal de fiestas y copas, altruista en bibliotecas, oficinas y despachos. Llegó a sentir el vértigo que produce el poder. Sentirse en cierta manera dueño del destino de los demás, de toda una ciudad. En realidad, todos eran libres, todos podían decidir, pero él modificaba su futuro dándoles a conocer algo que tal vez nunca habrían descubierto.
Nadie llegó a sospechar que el cumplimiento de sus deseos tuviera su origen en Jaime, incluso algunos de los beneficiados sentían por él un desdén cercano al desprecio. Muchas veces tenía que apretar los dientes y ver como algunos aprovechados admitían, para sí mismos, méritos que sólo le correspondían a él.

La posibilidad de metamorfosis lo embriagó hasta el punto de plantearse un nuevo reto. Convertirse en Juan había resultado muy fácil, pero, ¿hasta que punto sería capaz de engañar a sus propios amigos? Tenía una asignatura pendiente, conocer la vida desde el prisma femenino, convertirse en una mujer. El maquillaje tostado de argelina afincada en Toulouse, añadido al tenebrismo de las luces nocturnas le ayudaban a disimular su escaso hirsutismo. Las ropas adecuadas trasformaban sus músculos en voluptuosas curvas coronadas por una magnífica peluca de melena morena recién alisada en la peluquería. Las horas pasadas de niño bailando con su prima Diana le ayudaron a adoptar un sensual caminar. Una faringitis crónica justificaba la ronquera que disimulaba su voz. Así nació Aisha, un pedazo de mujer, que llegaba a Huesca becada por la Comunidad Europea para desarrollar un innovador proyecto de fusión de música africana y "Techno".
No necesitó desplegar muchos encantos sino aprovechar bien las oportunidades para conseguir debutar una noche de sábado como nueva DJ en "El 31". Por fin esa ciudad iba a conocer su talento musical, Huesca sabría lo que era disfrutar de la faceta creativa de Jaime, iba a bailar al son que él les marcara. Tras unos fines de semana varios disco bares empezaron a disputarse la actuación de Aisha. Había llegado el éxito, la fama.

(Fragmento de la novela "Deseos")

sábado, 14 de junio de 2008

FRED


Desde que estás conmigo, se que algún día podía pasar. Amenaza omnipresente contra tu débil columna producto de la selección en mano humana con licencia para obrar a su antojo. Maldita angustia que me hace sufrir con los primeros indicios lo que aun puede tardar. No te preocupes, amigo, cuando las drogas ya no calmen tu dolor, tendré contigo piedad privilegio de caballos.

miércoles, 11 de junio de 2008

EROSIÓN

Porque más que enamorada, estoy EROSionada

sábado, 7 de junio de 2008

NARCISO



El joven enamorado de sí mismo se había ahogado en un lago al intentar besar su propia imagen reflejada en las cristalinas aguas. El último suspiro había envuelto su alma en una pequeña burbuja de aire que ascendía oscilando suavemente. Al alcanzar la superficie y durante un efímero instante, el alma se vio reflejada en cada una de las pequeñas perlas transparentes salpicadas por la espuma y Narciso fue inmensamente feliz.
Venus desde el Olimpo contemplaba la escena. El placer del egocéntrico amante la divirtió rompiendo su tedio, y se apiadó de él. No en vano el amor propio de Narciso era tan profundo que había sobrevivido a la muerte. Decidió darle una nueva oportunidad aceptada como un reto contra el escepticismo de Marte. Al cuello llevaba una pequeña urna de oro en forma de corazón. La soltó de su cadena, guardó en ella el alma de Narciso y la depositó en el espejo del lago. Dotó de vida a la joya convirtiéndola en un hermoso cisne dorado, que contemplaba eternamente su reflejo en el agua. Narciso únicamente podría recuperar su alma cuando sintiera verdadero amor por alguien que no fuera él mismo.
Su cuerpo yacía exánime en el lecho del lago. Sólo lo abandonaba durante las noches oscuras y los días nublados o lluviosos, cuando no había sombras y apenas brillaban los reflejos. Entonces nadaba desesperado hacía la orilla, pero no buscaba el amor. Echaba de menos tanto su propia imagen que se sentaba bajo la copa de un viejo roble. Esperaba ese instante de luz que precede al alba y que le devolvía, durante una fracción de tiempo insignificante, su reflejo tan añorado desde la tumba.
(Fragmento del cuento "Espejismos de amor")

miércoles, 4 de junio de 2008

DANZA CONTEMPORÁNEA


- ¿Y tú Amanda? ¿A qué taller te vas a apuntar?
La mirada directa y maliciosa de Ismael cogió a la mujer por sorpresa. Hacía un rato que despistada no escuchaba. La conversación la había puesto nostálgica. Se recordaba a sí misma a la edad de su hija. Inquieta, con ganas de hacer cosas, de aprenderlo todo.
- ¿Quién, yo?
- Sí, claro. También debe de haber una oferta que te atraiga a ti, ¿no?
- Bueno..., alguna, pero es que no se me había ocurrido que yo pudiera inscribirme.
- ¿Por qué?
- ¿No son actividades programadas para jóvenes?
- No hay límite de edad. – Ismael negaba con la cabeza, desafiante, provocativo.
- Venga sí, mamá. Sigue tus propios consejos. ¿No estás siempre con lo de que hay que desarrollar aptitudes?
El peso del argumento de Sofía no dejaba lugar a excusas.
- Tienes razón. Déjame que vuelva a leerlos. – cogió el folleto, pero enseguida se lo devolvió a su sobrino con gesto desdeñoso. – Anda Gelo, léemelo tú, que no veo bien esta letra tan pequeña.
- ¿Por qué no vas al oculista, mamá? Está claro que necesitas gafas.
- Si ya las tengo, que fui la primavera pasada.
- No sabía nada. – se extrañó su hija - ¿Y por qué no te las pones?
- Porque veo perfectamente.
- Venga mamá, si el otro día sacabas medio palmo de lengua para enhebrar la aguja.
- Anda, déjame en paz y ríete de tus cosas.
Amanda reaccionaba con suspicacia a los sarcasmos de su hija, sin llegar a enojarse. Era verdad que puntualmente necesitaba esas gafas, pero la mayor parte del tiempo se apañaba bien sin ellas, le daba pereza ir a buscarlas para un momento. Además no le gustaba como le sentaban, no le favorecían, parecía la profesora que nunca había llegado a ser a pesar de haber terminado la carrera con muy buenas notas.
– Gelo, cariño, léemelos tú, - Lo pedía exagerando adrede el tono de voz para remarcar su ironía - tu anciana tía no puede ver bien estas minúsculas palabras escritas sobre fondo oscuro.
El muchacho empezó a titubear la lista de actividades. Estaba claro que tenía serios problemas para leer. Todo habían sido malos augurios en la escuela y en el instituto, dislexia. Sin embargo, Amanda intuía que su sobrino no tenía ningún problema en el cerebro, sino en el alma. Algún día su mente encontraría la forma de romper las barreras que le impedían crecer, sólo era necesario que llegara el estímulo conveniente.
- ...Res... tauración..., Cerámica,
- Ese, ese me gusta. Siempre he oído decir que la cerámica tiene algo especial, que te engancha. Hablan de ella como de un placer físico y mental, de la relajación que te produce la continua caricia del contacto con el barro y el agua, el placer de la creación emergiendo de tus propias manos...
Amanda se calló. Los tres jóvenes la miraban expectantes, subyugados. Su explicación y sus gestos habían sido tan expresivos que había contagiado sus sensaciones a los demás. Isma, sentado a su lado, fue el primero en reaccionar.
- Eso está muy bien. Pero, ¿por qué no pruebas algo más dinámico? ¿Por qué no te apuntas a Danza Contemporánea?
- Venga sí, mamá, danza sería estupendo.
-¡Pero que decís! ¿Estáis locos? ¿Cómo voy a apuntarme a danza si no se bailar? – Bromeó unos pasos para zafarse de la cuestión. – Vosotros lo que queréis es verme con tutú.
- Que no estamos hablando de ballet, Amanda. – Isma la sacó de su error. – Es Danza Contemporánea. No es una disciplina tan estricta como la clásica. Estoy seguro de que la puedes hacer.
- ¿Empezar a bailar?, ¿tú sabes la edad que tengo?
- Treinta y nueve. – Afirmó Ismael. - ¿No te acuerdas que rellené tu ficha para los masajes en el Salón? Eres joven, resistente y de movimientos felinos a pesar de algún kilito que te sobra. Tienes las condiciones físicas idóneas para ser una buena bailarina.
- Di que sí, que yo se lo llevo diciendo años. Que si hiciera un poco de deporte se pondría estupenda y se sentiría mucho mejor. Pero claro, como soy su hija no me hace ningún caso.
- Que te digo yo que no, que no se bailar, que no tengo sentido del ritmo, que hasta en las discotecas resulto sosa.
- Eso es porque todavía no has encontrado tu propio ritmo. Cada uno tiene el suyo, y estoy seguro de que el tuyo nace de muy adentro. Ya verás, ven un momento... – le propuso el mulato alargando el brazo invitándola a levantarse.
- ¿Adónde? – La mujer había accedido sumisa tendiéndole la mano solicitada, pero mantenía su reticencia.
- Al salón. ¿De que tienes miedo Amanda?, ¿no te fías de mi?
Algo en su mirada la convenció. Caminó decidida hasta el centro de la habitación seguida por todos incluida su perra, que siempre notaba cuando algo especial iba a ocurrir. Isma retiró la mesita de té consiguiendo así más espació libre.
- Gelo, coge el darbuka y comienza un canon tribal, lento pero que no te duermas. – el muchacho obedeció inmediatamente. – Y tú, Sofía, coros y palmas, como hemos hecho otras veces.
La música empezó a sonar, envolvente, cálida. Isma tomó la mano derecha de Amanda y la acercó abierta por la palma hasta su propio pecho.
- ¿Notas los latidos? – La mujer afirmó con la cabeza, incapaz de hablar. El contacto del pecho masculino la turbaba a la vez que la rendía. Su confianza en Ismael añadida a la certeza de su eficacia le pedían a gritos que se dejara llevar. - Este es mi primer ritmo, el de mi corazón. – Llevó después la mano de Amanda hasta su propio corazón. – Y este es el tuyo. Siéntelo. ¿Son iguales?
- Sí, pero no.
- Eso es. Los dos suenan igual, pon - pon, pon – pon, pero no tienen la misma frecuencia.
- Claro.
La obviedad de la afirmación empezó a desanimar a Amanda en sus expectativas. Intentó desasir su mano, pero Ismael la retuvo.
- Espera, ¿dónde vas?, no tengas prisa. En la danza pasa lo mismo. Todos tenemos nuestro propio ritmo, nuestra frecuencia, que además la podemos variar y adaptar a nuestro antojo. Sólo es necesario seguir y no olvidar el pon – pon de los tambores.
Asió ambas manos de la mujer en alto y empezó a dar pasos en redondo obligando a girar a Amanda que poco a poco dejó de resistirse y empezó a disfrutar del baile. Se dejaba hacer riéndose, siguiendo las vueltas y los giros que su pareja le indicaba. El joven se colocó a su espalda y la asió por las caderas.
- Eso era fácil, seguro que lo habías hecho miles de veces de niña en tus juegos. Ahora vamos a intentar alguna variación.
Con las manos empezó a amasarle el talle. Cadencias a la derecha y a la izquierda hasta que Amanda asimiló el nuevo ritmo. Entonces y con suavidad le estiró los brazos formando unas alas y empezó a acariciarlos de arriba abajo lenta y suavemente. Sus manos eran el único punto de contacto entre ellos, pero la mujer era consciente de la integridad del cuerpo humano que se mecía tras ella. Se sentía extasiada en la mística hipnótica de aquella armonía.
- ¿Lo ves?, la danza también te proporcionará el placer del contacto físico.
Cuando se detuvo al llegar a las axilas, Amanda sintió el aliento cálido de Ismael en su nuca. Se apartó sobresaltada, la magia había cesado.
- ¡Mamá, has estado estupenda! – Sofía miraba a su madre con el brillo en la mirada de quién acaba de disfrutar de un espectáculo.
- Sí, tía, eres la mejor. – Gelo silbaba y aplaudía dando rienda suelta a su entusiasmo.
- Baila otra vez mamá, por favor, un poquito más.
- Venga, dejaos de tonterías. Me voy a la cocina que tengo trabajo.
Una furtiva mirada le confirmó que Ismael había notado su turbación.
(Fragmento de la movela "Amanda erosionada")

martes, 3 de junio de 2008

TU ÚNICA AUSENCIA



Tirada en el sofá, mi mirada vaga.
Las telarañas abrazan
 cuadros que en otra vida pinté.
Y todavía me gusta ese bodegón.
El reloj cuenta, sin prisa, los segundos
que me van separando de usted.
Lo escucho sin entender,
no hace tic tac, sólo dice clock.


No quiero creer que mi destino
sea olvidarme de usted.
Yo, que tan pocas veces le fallé.
Me resisto a aceptar el desatino
de seguir muriendo sin usted.
Que no se diga que no lo intenté
Un suspiro de angustia y de nuevo
las telarañas de la pared.


Tirada en el sofá mi mirada vaga
sin ver la suciedad que enmaraña
los cristales de mi ventana.
No me atrevo a buscar el cielo
prefiero jugar con las sombras del techo.
Manchas que olvidan viejos sueños
Mientras mi perra dibuja
test de Roschard en el suelo.


No quiero creer que mi destino
sea olvidarme de usted.
Yo, que tan pocas veces le fallé.
Me resisto al desatino
de seguir muriendo sin usted.
Que no se diga que no lo intenté.
Un suspiro de angustia y de nuevo
las telarañas de la pared.


La gente que vive en mi tele grita más que yo.
Que se callen ya.
Se de memoria un número de teléfono
que no voy a volver a marcar.
Decisión que juro en vano respetar.
Oídos sordos a la evidencia.
Estoy demasiado sola para llorar
una única ausencia.
(Canción todavía sin música)

BUENA PREDICCIÓN


Scherezade está cansada. 1001 noches sin dormir pesan como una condena. Tiene sueño. Está harta de inventar cuentos. Siempre temiendo que el sultán se canse de ella, que alguna de sus historias no sea de su agrado, que ordene su muerte. Decide que basta ya, ni un día más de soportar la angustia de la espera. Pero tiene miedo. Recuerda la leyenda de las atroces muertes de sus antecesoras. Ella quiere decidir su forma de morir, que sea dulce. Toma un tóxico suave, un veneno amable que la duerme en un sueño del que nunca despertará.
Durante el transito, en ese momento en que la vida se resiste a abandonar su morada, la muerte la reconoce y la saluda con alegría:
- ¡Hombre, Scherezade! ¡Cuánto me alegro de verte! Tantas noches como he acudido al palacio temiendo que fuera necesaria mi intervención, tantas noches como he disfrutado con tus historias, y ahora estás aquí conmigo. No me lo puedo creer. Scherezade, por favor, cuéntame un cuento.
La mujer no da crédito a lo que le está pasando. No puede ser, no tiene ganas de contar ni un cuento más. Mira a la muerte. Es un joven hermoso. Se le ve ansioso, pendiente de sus labios, de sus palabras. Está claro que no va a dejarla descansar. Su mente sigue aturdida por el veneno y no recuerda bien sus historias, necesita que la muerte le eche una mano:
- ¿Cuál quieres que te cuente?
- ¿No puedes inventar uno nuevo?
- ¿Ahora? Compréndelo, estoy muerta de cansancio. Preferiría contarte uno de los que ya me sé.
El joven parece conformarse. Su rostro se ilumina por un instante, sonríe:
- Cuéntame el de Aladino, creo que es mi favorito.
Scherezade comienza su narración, pero a pesar de su esfuerzo no recuerda exactamente la historia. La muerte la mira cercana al enfado, como si dudara de que la mujer le estuviera tomando el pelo.
- Pero ¿qué me cuentas, Scherezade?, la historia no era así. Aladino frotaba una lámpara maravillosa, la jarra de aceite pertenece a otro cuento.
- Perdóname, no lo recuerdo muy bien. ¿Podrías ayudarme?
La muerte accede. Empieza el cuento y descubre el placer de narrar, de escuchar su propia voz. Repite las historias que tanto le gustaron. Se enreda en monólogos consigo mismo, cambiando, mejorando los argumentos. Scherezade, a su lado, por fin puede dormir tranquila.
Muchas noches han pasado, años enteros, incluso siglos. Cuando la mujer se despierta, la muerte es agradecida y la ha devuelto a la vida, es el verano del año 2002 en la tierra. Un importante regalo se ha traído consigo de este viaje anclado en el tiempo. Más de mil cuentos recopilados. Historias preciosas que pronto se convierten en "best sellers" dándole fama y fortuna a la mujer que, paradójicamente, empezó a crearlas intentando retardar su encuentro con la muerte.

(Cuento perteneciente a la colección "FINALES FELICES")

UNA VIDA DE SEGUNDA MANO


Capítulo I

Diana se sentía cansada y derrotada, como si hubiera perdido una partida importante con la vida. Le daba lo mismo que hubiera sido porque había recibido una mala mano o porque no había sabido jugar bien sus cartas. Poco importaba ya, siempre había sabido perder. Había necesitado nueve meses de soledad ermitaña en el campo para restablecer su cuerpo y su mente. Tenía casi treinta y nueve años, el alma vendida y el corazón hecho pedazos, pero empezaba a sentirse como si se hubiera parido a sí misma. Los dolores se calmaban y la esperanza de sentirse viva empezaba a asomarse de nuevo a sus ojos.
La tranquilidad matinal de la torre se vio interrumpida por el repiquetear del teléfono de época que colgaba de la pared del vestíbulo.
- Sí, ¡ Dígame!
- ¡Hola, Diana!. Soy Sara.
- ¿Sara?- se notaba la duda en el tono de su voz.
- ¿No me reconoces? - Ningún sonido al otro lado del cable - chica, Sara..., Sara Labadía...
- ¡Ah, Sara! – un suspiro mezcla de alivio al reconocerla por fin y de incertidumbre, ¿Cómo podía haber dudado al escuchar ese nombre? – perdona, estaba esperando una llamada y... – mintió para excusar su olvido.
- Ya veo que sigues en el pueblo.
- Sí, aquí estoy bien. Mucha tranquilidad.
Era difícil iniciar la conversación después de tanto tiempo.
- Ya sabes que soy una mujer decidida y no me gusta andar con rodeos. Tengo una proposición que hacerte. ¿Qué te parece si me cojo el coche y me paso por tu casa.? – continúo sin dar apenas lugar a respuesta. - Tengo la tarde libre. Podríamos ir a comer a algún restaurante y hablamos.
- Tengo una idea mejor. Empezaba a preparar la comida. Te espero y podemos pasar la tarde en la piscina al sol.
- Vale lo de la piscina, Diana, pero tú siempre has tenido fama de cocinar fatal.
- No te preocupes, - risas sinceras - en estos meses de enclaustramiento algo he aprendido. Las ensaladas me salen exquisitas.
- En tres cuartos de hora estoy allí.

(Fragmento de novela inacabada)