martes, 23 de junio de 2020

¿PROPÓSITO DE ENMIENDA?


El otro día vi por error un documental sobre las barbaridades que se cometen en granjas industriales y mataderos. Escalofriante. Y he dicho por error, porque tengo muy claro que mi aparato digestivo no es de herbívoro, la mayor parte de verduras y hortalizas me producen gases y malestar, menos mal que la fruta no, porque desde ese triste día del documental, las bandejas de carne en exposición en los supermercados, me producen inapetencia y horror, no dejo de ver las barbaridades que me llevaron a las lágrimas, y hace días que no me como una chuleta con lo que me gustan.
No es que me haya vuelto vegetariana, os lo aseguro.
No es que haya cambiado de opinión y no siga creyendo que la granja es la meta por excelencia de sostenibilidad, 
Sigo creyendo que los sentimientos, por arbitrarios y antinaturales, son el mayor lastre con que hemos acompañado la evolución.
Sigo creyendo que el ser humano somos plaga arrasadora en el planeta.
Sigo siendo la primate que pilla lo que está a su alcance, no renuncio a la leche y a los huevos. Mi razonamiento, de momento, me permite comer por inferiores en escala evolutiva, aves y ovíparos en general, peces, moluscos, crustáceos, etc...
Lo más triste es que se que es probable que, si sigo así de sentimental, acabaré por no comer cualquier ser vivo que no sea capaz de matar con mis propias manos o herramientas, pero en el fondo de mi ser, me duele la renuncia.

domingo, 22 de marzo de 2020

EL PRECIO DEL EDÉN

"Paraísos naturales", fotografía de Silvia Giménez Franco
Lo que antes fue el poema "No te soy fiel, es que no se con quién", pasó a ser la canción
"El precio del Edén"
Porque dejarte o quedarme es siempre perder,
Me cansé de ser víctima y no te quiero vencer,
¿Quién quiere la victoria del Pirro aquel?
Mordí la manzana, lo volvería a hacer.

¿Recuerdas la fábula del rico vergel?
No se quién la contaba, creo que La Fontaine.
Ni la zorra ni las uvas contigo seré.
Mordí la manzana, lo volvería a hacer.

Porque en este escenario, bastardo papel.
No voy a seguir pagando el precio del Edén.
Que le den, que le den, que le den al Edén.

Porque no temo un castigo que ya lo es.
¿Libertad o ignorancia? Prefiero saber.
Todavía no es tarde, piénsalo bien.
Mordí la manzana, lo volvería a hacer.

Porque me duele sin consuelo, desesperada fe,
que tú eres Dios y yo lo mismo necesitas creer.
Cógela de mi mano, ¿Qué puedes temer?
Mordí la manzana, lo volvería a hacer.

Porque prefiero sentir, soñar, querer,
no voy a seguir pagando el precio del Edén .
Que le den, que le den, que le den al Edén.

miércoles, 18 de marzo de 2020

ESTADO DE ALARMA


No soy de aplaudir, soy más de felicitar de palabra o de lanzar un bravo, bravo. Golpear una mano contra la otra me parece agresivo, incluso puede llegar a doler.
Tampoco soy de dinámica de grupos cuando se trata de obedecer órdenes insulsas en grupo, he participado en muchas en mi formación académica y pongo alto el listón. Prefiero las juegos con amigos, me divierten aunque las acciones a reproducir sean ridículas.
Sin embargo reconozco que, aunque el primer día no participé, el domingo me emocioné, así que llevo dos tardes saliendo a la terraza a las ocho de la tarde a aplaudir con mis vecinos. Y es una acción que conlleva cierto grado de valentía, que menos mal de la intimidad de la todavía semi oscuridad vespertina, porque en mi terraza estoy yo sola y por diseño arquitectónico las miradas de un enorme edificio de doce plantas convergen en mi dirección a unos veinte metros de distancia..
Estoy segura de que a la mayor parte no los conozco aunque me habré cruzado con ellos en muchas ocasiones en la calle y en las tiendas. Me dan ganas de saludarles, se que si levanto un poco la voz me oirán, preguntarles qué tal están, agradecerles que estén allí.
No se que pasará cuando la luz del día avance y nos veamos las caras. Pero me divierte pensar que podría ser que recicláramos la costumbre, no tan lejana en el tiempo,de disfrutar la vecindad de nuestro barrio en conversaciones de ventana y balcón.

miércoles, 11 de marzo de 2020

ANÉCDOTA ECUESTRE


El viento intempestivo de la tarde, que amedrentaba mi salida a pasear a mi perra Ginger, me llevó a recordar una canción francesa de mi época adolescente de guía scout, "Nous sommes tous des cavaliers",  Mi traducción libre para no perder la rima diría algo así:
Somos todos caballeros,
el que pierda su atención
no comerá sopa de la lata,
el que pierda su atención
no comerá sopa del tazón.
Atención, amigos míos el pie derecho va a comenzar.
La solíamos escenificar en el campamento para entrar en calor antes de salir de excursión.
Me pregunté si alguien más recordaría esta canción que yo no había vuelto a escuchar desde entonces, y quise saber si existía en realidad. La busqué en youtube, ya que dicen que todo se encuentra en internet, y allí estaba. Una única entrada de juerga etílica estudiantil.

Me decidí a dar ese obligatorio paseo. Ya con el abrigo puesto, sonó el teléfono. Al otro lado de la línea se escuchaba el característico rumor de voces que anuncia el ataque de locutores de publicidad telefónica, que mira que pueden ser cansinos.
En vez de colgar inmediatamente, que suele ser lo habitual, eufórica como estaba por el hallazgo del recuerdo, empecé a cantar la canción de los caballeros repitiéndola varias veces como hacíamos en el campamento y colgué.
Inmediatamente volvió a sonar el teléfono, y de nuevo escuché el mismo murmullo, me quejé
- ¡otra vez!
Y como nadie me hablaba canté de nuevo la canción y creyendo que hablaba sola pregunté rememorando tabarras infantiles:
- ¿Quieres que te la cante otra vez?
Voz de varón latino me contestó:
- Claro que sí, está muy bonito.
Me hizo reír pero lo apremié afable:
- Anda, pues cuéntame lo que me quieres vender que no me interesa y cuelga.
No insistió en su oferta ya sin sentido y colgó dando por terminada la conversación, o tal vez fui yo quién colgué ante su indecisión. No recuerdo este detalle, Lo importante es que la anécdota me divirtió el frío paseo.

EN UN PAPEL


Metida en mi rol de disfraz carnavalesco elaboré mi conjuro de bruja que no quiere ser malvada por miedo a las consecuencias.
Conjuro que puedo lanzar impune a cualquiera, ya que el posible daño no afecta al receptor, pero queda en la traición de su suposición.

Pon en el puchero sapos y culebras,
manzanilla vieja y podrido laurel,
que de los dos el que pierda,
siempre será él