viernes, 14 de abril de 2023

SÍNDROME DE IMPOSTORA

    Andaba yo alabando la técnica de una exposición pictórica cuando un amigo me comentó que yo también pintaba. Ya estaba contestando negativamente cuando recordé que sí, que yo también había tenido una etapa pintora, y transformé mi respuesta en el sentido de que lo mío no era lo mismo.
     Fue hace casi 20 años que, atascada en la novela que estaba escribiendo, se me ocurrió ponerle cara a mis personajes. Mi hija me enseñó el manejo de un programa informático y me enganché febrilmente a esa expresión pictórica digital durante casi un año, hasta que una contractura en el hombro me costó 30 sesiones de fisioterapia y lo dejé casi definitivamente.
     Había presentado dos exposiciones con éxito e incluso la prensa se había hecho eco favorable de mi arte, pero, teniendo en cuenta que el hiperrealismo es el estilo que más me impacta, a mi obra naif sólo le veía el mérito del manejo del ratón a pulso, que aseguro cuesta lo suyo.
     Ya me había demostrado que podía seguir pintando para siempre, pero me interesaba explorar mi creatividad en otras facetas artísticas.

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