El 7 de marzo del corriente, la grúa municipal del Ayuntamiento de Huesca me encaminó a colgar el letrero THE END a la que había sido la road movie de mi vida durante casi 30 años a bordo de mi Ford Fiesta Cheers.
No daba crédito a lo que estaba viendo cuando me encontré mi coche de esta guisa. En el limpiaparabrisas una nota de la Policía Municipal me indicaba que me pasara por su oficina que un vehículo había chocado contra el mío. La tristeza y el enfado pugnaban por protagonizar mis sentimientos mientras me explicaban que, cuando la grúa realizaba un servicio ordinario, el vehículo que trasladaba se había desprendido de su enganche invadiendo la calzada causando daños a otros vehículos, el mío fue el primero y se llevó la peor parte.
La burocracia siguió su curso y, aunque al principio tuve problemas para contactar y reclamar daños con mi seguro contratado en una de esas líneas de internet sin oficina presencial y con largas esperas contándole tus problemas a un contestador automático, tengo que reconocer que me trataron con amabilidad y me consiguieron una indemnización justa por ese peritaje inevitable de siniestro total dada la edad de mi vehículo que no sus daños, porque había salido ileso de averías mecánicas.
Hubiera podido arreglarlo sin problema económico y muchas vueltas le di antes de tomar una decisión. Me puse en contacto con un taller de chapistería que me confirmó que con tiempo para buscar las piezas de sustitución, por ser ya inexistentes en origen y escasas en el mercado de desguace, podía ser reparado con la mitad de lo que me habían indemnizado, pero también me aconsejó que no merecía la pena, porque en cualquier momento podría empezar a darme problemas serios de motor.
Con la mente colapsada por la incertidumbre y la tristeza hice caso al profesional y sacrifiqué mi vehículo, recordaba que últimamente me había dado sustos en carretera, que ya lo utilizaba muy poco y que atrás quedaban ya tantas excursiones por carreteras secundarias visitando sierras, ibones, embalses, hermosos pueblos y parajes. También parecían ya lejanos los paseos acompañada de familia, mascotas, amigos y amores.
Aunque me siguen emocionando todos esos recuerdos, tengo que reconocer que ya no te echo de menos, aunque a veces me sorprendo ante la novedad de no tener coche.
Gratos momentos perdurarán en mi memoria, y una nueva etapa de mi vida me abrirá nuevos caminos hacia destinos todavía ignorados.
CONTINUARÁ
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