El viento intempestivo de la tarde, que amedrentaba mi salida a pasear a mi perra Ginger, me llevó a recordar una canción francesa de mi época adolescente de guía scout, "Nous sommes tous des cavaliers", Mi traducción libre para no perder la rima diría algo así:
Somos todos caballeros,
el que pierda su atención
no comerá sopa de la lata,
el que pierda su atención
no comerá sopa del tazón.
Atención, amigos míos el pie derecho va a comenzar.
La solíamos escenificar en el campamento para entrar en calor antes de salir de excursión.
Me pregunté si alguien más recordaría esta canción que yo no había vuelto a escuchar desde entonces, y quise saber si existía en realidad. La busqué en youtube, ya que dicen que todo se encuentra en internet, y allí estaba. Una única entrada de juerga etílica estudiantil.
Me decidí a dar ese obligatorio paseo. Ya con el abrigo puesto, sonó el teléfono. Al otro lado de la línea se escuchaba el característico rumor de voces que anuncia el ataque de locutores de publicidad telefónica, que mira que pueden ser cansinos.
En vez de colgar inmediatamente, que suele ser lo habitual, eufórica como estaba por el hallazgo del recuerdo, empecé a cantar la canción de los caballeros repitiéndola varias veces como hacíamos en el campamento y colgué.
Inmediatamente volvió a sonar el teléfono, y de nuevo escuché el mismo murmullo, me quejé
- ¡otra vez!
Y como nadie me hablaba canté de nuevo la canción y creyendo que hablaba sola pregunté rememorando tabarras infantiles:
- ¿Quieres que te la cante otra vez?
Voz de varón latino me contestó:
- Claro que sí, está muy bonito.
Me hizo reír pero lo apremié afable:
- Anda, pues cuéntame lo que me quieres vender que no me interesa y cuelga.
No insistió en su oferta ya sin sentido y colgó dando por terminada la conversación, o tal vez fui yo quién colgué ante su indecisión. No recuerdo este detalle, Lo importante es que la anécdota me divirtió el frío paseo.
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