sábado, 6 de enero de 2024

EPIFANÍA

"Musa de Abril". Óleo sobre tabla de madera tallada a mano. 
Jesús Salcedo

Una tarde de verano avanzado, hace ya unos veinte años, caminaba deprisa Coso arriba de vuelta a casa mirando al suelo. Triste y llorosa, desengañada, perdida, sentía quemada una etapa de mi vida que había despreciado de pensamiento creyéndola segura.
Al llegar a la plaza de las Miguelas una de esas losas metálicas, que esconden en las aceras conductos de agua, electricidad o teléfono, se cruzó en mi camino y yo, automáticamente, la salté, como tantas veces había jugado en mis paseos de niña.
Inmediatamente mi pensamiento cambió incapaz de asimilar este acto incongruente con mi estado desesperado, y tuve una revelación.
Si mi inconsciente se comportaba de manera infantil, muy bien podría ser que mi manifestación dolorosa ante un fracaso amoroso sólo fuera un berrinche.
Era una mujer madura, y puedo asegurar que no era la primera vez que sufría mal de amores. ¿Cuántas veces se puede romper un corazón? Una, a partir de entonces nos limitamos a remover pedazos.
Desde niños nos enseñan conductas, nos dicen cómo nos tenemos que sentir en cada ocasión, ya sea luto, desamor, trabajo, desempleo, agradecimiento, fiesta ... cuando lo cierto es que cada uno reaccionamos a nuestra manera, y es importante analizar cómo nos sentimos en realidad ante cada situación antes de elegir el tópico que se espera de nosotros.
Mantengo la hipótesis, que otro día expondré, de que nuestro inconsciente posee un salvavidas de supervivencia afectiva, y afirmo que mi salto de alcantarilla fue el recurso que utilizó porque sabía que me llevaría a pensar y calmar en parte mi exceso de sufrimiento.  

No hay comentarios: