domingo, 15 de junio de 2008

TRISOCIACIÓN

CAPÍTULO IV

Jaime se convirtió en el mejor actor. Creó para sí e interpretó como un auténtico profesional un personaje frívolo, con sentido del humor, de opiniones irónicas sobre múltiples temas que conocía, y evasivas ingeniosas sobre los que fingía desconocer. Su condición de artista, a pesar de que nadie había visto ninguna de sus obras, justificaba sus excentricidades. Estableció su campamento de base en un bar del casco antiguo donde Cristian trabajaba de camarero, "El 31", de ambiente frecuentado por artistas y bohemios. Aprovechó su imponente físico, (atlético, moreno agitanado, ojos verdes marihuana), para conseguir el interés de todas las chicas. Cierta ambigüedad sexual calmaba los celos de los chicos que acababan teniéndolo como amigo y compañero de juergas. Era el invitado imprescindible. Cuando él aparecía estaba asegurada la diversión. Sabía escuchar y como evitar dar información personal. No tenía profesión conocida. Vivía de las rentas de un local que su abuela le había regalado cuando cumplió dieciocho años y desde entonces había sido alquilado como oficina de un agente intermediario de viajes. No estaba censado, no tenía carné de conducir, ni seguro médico. Gozaba de buena salud y llevaba sin alardes una vida sana que lo mantenía inmune a muchas enfermedades. Era su victoria personal. Disfrutaba escapando al control administrativo y social. Ni siquiera tenía teléfono móvil. ¿Para qué? Él siempre sabía donde encontrar a la persona que necesitaba, y era una gran ventaja la libertad de ser ilocalizable cuando le interesaba. Viajaba por la vida con poco equipaje, no soportaba lastres ni ataduras, y sentía terror por todo aquello que significara monotonía de costumbres, personas o sentimientos. Supuestas visitas a su desperdigada familia eran la excusa perfecta cuando necesitaba breves retiros por saturación o agobio personal.

Mientras tanto y a la sombra, se afanaba en dar los pasos necesarios para alcanzar su objetivo de cumplir los deseos que fomentaran el desarrollo cultural en su ciudad. Para vencer las dificultades que su personalidad de vividor le condicionaba, ideo una estratagema que se convirtió en el gran juego de su vida. Una doble vida. Las circunstancias del trabajo de Cristian y sus costumbres de horarios desordenados, le permitían campo libre de actuación. Creó un nuevo personaje, Juan Ruiz, que interpretaba con el virtuosismo de disfrutar del trabajo bien hecho. Había comprobado que en Huesca no suelen mezclarse los ambientes nocturnos y diurnos, además de que la gente solía agruparse en círculos muy cerrados por lo que sería difícil que lo descubrieran. Bastó sustituir sus postizas rastas rubias por unas mechas de pelo canoso que le daban un aspecto entrado en la treintena, gafas que encubrieran su mirada y adoptar un tono de voz más grave. Se convirtió durante el día en uno de los asiduos colaboradores de la sección musical del área de cultura de la Diputación Provincial. Esto le llevaba a asistir a presentaciones de libros, exposiciones, conferencias y festivales. Mucha información de primera mano se obtiene degustando canapés.
¡Cómo facilita las cosas pertenecer al engranaje social! Tener libre acceso para manipular la convocatoria de becas, presupuestos para proyectos culturales, subvenciones que permitían realizar los deseos de los artistas más emprendedores y con ideas más vanguardistas. Como condición: sólo realizaría uno por persona. Adiós al trabajo indiscriminado. Todo el mundo tendría su oportunidad, pero única, que fueran ellos mismos los que eligieran. Que tengan éxito quienes mejor formulen sus deseos o más claras tengan sus opciones.

Más de dos años pasó llevando esta doble vida oculta, banal de fiestas y copas, altruista en bibliotecas, oficinas y despachos. Llegó a sentir el vértigo que produce el poder. Sentirse en cierta manera dueño del destino de los demás, de toda una ciudad. En realidad, todos eran libres, todos podían decidir, pero él modificaba su futuro dándoles a conocer algo que tal vez nunca habrían descubierto.
Nadie llegó a sospechar que el cumplimiento de sus deseos tuviera su origen en Jaime, incluso algunos de los beneficiados sentían por él un desdén cercano al desprecio. Muchas veces tenía que apretar los dientes y ver como algunos aprovechados admitían, para sí mismos, méritos que sólo le correspondían a él.

La posibilidad de metamorfosis lo embriagó hasta el punto de plantearse un nuevo reto. Convertirse en Juan había resultado muy fácil, pero, ¿hasta que punto sería capaz de engañar a sus propios amigos? Tenía una asignatura pendiente, conocer la vida desde el prisma femenino, convertirse en una mujer. El maquillaje tostado de argelina afincada en Toulouse, añadido al tenebrismo de las luces nocturnas le ayudaban a disimular su escaso hirsutismo. Las ropas adecuadas trasformaban sus músculos en voluptuosas curvas coronadas por una magnífica peluca de melena morena recién alisada en la peluquería. Las horas pasadas de niño bailando con su prima Diana le ayudaron a adoptar un sensual caminar. Una faringitis crónica justificaba la ronquera que disimulaba su voz. Así nació Aisha, un pedazo de mujer, que llegaba a Huesca becada por la Comunidad Europea para desarrollar un innovador proyecto de fusión de música africana y "Techno".
No necesitó desplegar muchos encantos sino aprovechar bien las oportunidades para conseguir debutar una noche de sábado como nueva DJ en "El 31". Por fin esa ciudad iba a conocer su talento musical, Huesca sabría lo que era disfrutar de la faceta creativa de Jaime, iba a bailar al son que él les marcara. Tras unos fines de semana varios disco bares empezaron a disputarse la actuación de Aisha. Había llegado el éxito, la fama.

(Fragmento de la novela "Deseos")

1 comentario:

Margarita Franco Sanagustín dijo...

Jaime en el bar.
Juan.
Aisha.
Dibujo digital. Pertenecientes a la colección "Personajes"