Esta figura lleva desde principios de siglo oteando el cielo desde el último piso de un edificio de la plaza de San Pedro. Esta mañana me he dado cuenta de que la han remozado o, por lo menos repintado. Ha sido entonces cuando he descubierto la compañía añadida de un gato que se acerca reclamando mimos.
Mientras comprobaba la foto que acababa de disparar, pensaba lo acertadamente real de la postura felina, cuando de pronto ha sonado un rotundo maullido. He vuelto inmediatamente la mirada al edificio, y menos mal que he visto una gatita carey de verdad en un balcón del primer piso, jajaja, antes de que empezara a creer que había sido magia.
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