Foto histórica, quizás de Rodolfo Albasini.
Todavía mi boca recuerda el sabor de vainilla de los cucuruchos del auténtico quiosco de helados, que un día muy remoto, desapareció de la entrada del parque Miguel Servet.
Era un cucurucho de barquillo precioso, frágil, tamaño infantil, con una sola bolita de vainilla de verdad.
Los recuerdos de mi más tierna infancia siempre van acompañados de paradójicas prohibiciones que anunciaban peligros.
- Solo mastica el chicle, no te lo tragues o se te pegará en la tripa.
El cucurucho amenazaba problemas y consecuencias que enturbiaban el placer de la ingesta:
Para empezar el helado de los adultos era de corte, fuera de mi alcance hasta que fuera mayor, lo que levantaba la duda de que había algo mejor que conformarse con un simple cucurucho, que pasaba a un segundo plano acompañado de agobiantes recomendaciones:
- Cógelo bien que no se te caiga.
- No aprietes el barquillo que se rompe.
- No te manches.
- No bebas agua después o te sentará mal.
Excesivos cuidados que le daban al momento placentero un sentimiento ambiguo.
1 comentario:
Recuerdo alrededor de 1967 -70 en el jardin de verano instalaban un tiovivo , un leve recuerdo
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