lunes, 27 de julio de 2009

GRIS


... Se entretuvo en observar el local desde esa posición poco habitual. Le gustaba mucho la cuidadosa decoración de “El Kibalion”. Era un bar que no le importaría tener. El atrezo recreaba con detalle el interior de un castillo medieval. El rincón donde ella se encontraba bien hubiera podido ser la capilla. Incluso tenía un pozo natural que estaba cubierto con un cristal que dejaba ver el interior. Amanda descubrió que en el dintel del arco sobre el pozo había una inscripción labrada directamente en la piedra. Se acercó para leerla. Se tuvo que agachar ligeramente porque la escasa luz no facilitaba la lectura. En esta posición estaba cuando Silvia la llamó desde la barra.
- ¿Lo de siempre?
Afirmó con la cabeza mientras volvía a su banqueta.
- Nunca había leído lo del arco. Está bien.
- Es un pensamiento hermético.
- ¿Quieres decir por cerrado? – no había entendido el comentario.
- No, por Hermes Trismegisto.
- ¿Por quién?
Amanda se creía medianamente culta, sin embargo no había oído ese nombre en su vida. Sonsacó a Silvia hasta que se informó lo suficiente como para comprender a grandes rasgos el concepto de su filosofía.
- Resumiendo “nada existe si no existe su contrario”. Para que exista el bien tiene que existir el mal.
- Pues yo no se si estoy muy de acuerdo.
- ¿Con qué no estás de acuerdo tú?
Virginia había llegado con un paquete que dejó sobre la barra. Le dio un cariñoso besó en los labios a Silvia, que empezó a desenvolver su cena. Se acercó una banqueta a la de Amanda, a la que saludó con un par de besazos.
- ¿Con qué no estabas de acuerdo? ¿Qué le preocupa a esta cabecita loca?
- No, nada. Hablábamos de filosofía. – le contestó señalando con la punta del pie el párrafo del Kibalion.
- Es una verdad como un templo.
- Yo no estoy segura.
- Hombre, está claro que conocemos lo bueno porque también conocemos lo malo.
- ¿Os acordáis de ese libro de Milan Kundera que tocaba este tema? – preguntó Silvia con la boca llena. Casi había terminado de devorar su bocadillo – ¡Ay!, no me acuerdo de cómo se titulaba... era muy largo...
- “La insoportable levedad del ser”. – Le apuntó Amanda cuando se dio cuenta de que no iba a recordarlo por sí misma.
- Eso. ¿Os acordáis de lo qué decía? – afirmaciones con la cabeza que no le impidieron continuar. - De lo de la dicotomía, de la atribución de bondad o maldad a cada uno de los contrarios.
- En eso es en lo que no estoy yo de acuerdo. Yo creo que cada cosa es única y diferente, por lo tanto contraria entre comillas a todas las demás. – Era la primera vez que Amanda se argumentaba este pensamiento, pero le gustaba. Comprendía perfectamente el concepto de lo que iba a decir, y estaba de acuerdo. - ¿Por qué lo contrario de lo bueno tiene que ser lo malo? ¿No lo serán también lo regular, lo neutro, lo muy bueno, lo excelente o lo mejor?
(Fragmento de la novela "Amanda erosionada")

domingo, 12 de julio de 2009

SUPERACIÓN

Erase una vez una maestra que les explicaba a sus alumnos que el éxito del buen maestro radicaba en conseguir que sus alumnos lo superasen.
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Emérita, en su camino hacia la puerta tras la celebración del triunfo, miró a su profesora de danza. Notó su leve pasiva oposición quizás temiendo que ella se decidiera a hablar de un momento a otro.
¿Para qué? Que se relajara, ya hacía rato que había decidido que iba a callar. Todavía le sobraba roja pasión para asegurarse de que todo lo que le dijera fuera objetivo, y quería ser certera.
Una persona inteligente sabe reconocer la inteligencia ajena, y Emérita se complacía en confirmarse que su profesora de danza lo era. No le apetecía rebatirla dándole así la calificación de "buena maestra", porque era evidente que este año Emérita había superado a su profesora de danza. Y ambas se habían dado cuenta.
¿Para que provocar una victoria?, hubiera sido fácil, pero le dolían los sentimientos que este triunfo le había costado. Ver como su profesora se negaba a ensayar completa la coreografía de parejas. Ella la recordaba, la profesora la había olvidado, y prefirió no hacerla antes que pedirle ayuda a Emérita , y con la excusa de la torpeza de sus compañeras bailarinas para más INRI. Miedo a escuchar la puesta en escena que Emérita había creado.
En realidad prefirió callar herida como estaba cuando sólo hubiera bastado una frase para aniquilar a un contrario digno:
- ¿Sabes?, me gustaba más mi versión.
Y ese era el problema, a su profesora de danza le faltaba dignidad.