lunes, 13 de diciembre de 2010

LITERATURA JUDICIAL


JUZGADO DE 1ª INSTANCIA Nº 004. HUESCA

DÑA Margarita Franco Sanagustín, domiciliada en Huesca, provincia de Huesca, ............. etc

Respecto al juicio verbal nº ..., desde sus oficinas me ha llegado este documento que solicito se me ratifique como auténtico, puesto que carece de firmas que lo avalen, cuando del propio texto se desprende que deberían aparecer al menos dos.

En el documento no se indica plazo de recurso de la sentencia, cuando en caso de haber lugar, declaro ejercer mi derecho a recurrirla, en orden al agravio comparativo con el que fui tratada durante la vista, argumentos que declararé en el tiempo y forma que me indiquen, y que se pueden comprobar si como se desprende del acta de la misma, la vista fue grabada.

En caso de que no haya lugar a recurrir la sentencia, informo de que en la cuenta nº ---, de la que soy única titular, tengo efectivo suficiente para que se proceda a la liquidación.

Huesca a 11 de noviembre de 2010

Fdo. Margarita Franco Sanagustín

lunes, 22 de noviembre de 2010

RUBOR

En Otoño, la naturaleza se maquilla con dorado rubor

lunes, 1 de noviembre de 2010

PEREZA

Me declaro incapaz de cumplir mis más mínimos propósitos. No soy de fiar. Podría argumentar múltiples excusas, justificar las normas por el placer de romperlas, sublimar el papel de improvisar en la vida, levedad del ser, ...

Pero yo también se que es sólo pereza.

domingo, 12 de septiembre de 2010

EL ARTE DE LA NATURALEZA

A velocidad crucero
avanzo mirando el suelo,
tatuaje tribal
tapiza el desierto estival.

sábado, 21 de agosto de 2010

"CARABELLE"

Siempre hay que intentar cumplir los sueños. Existe la posibilidad de que te decepcionen, pero en ese caso la única conclusión objetiva es que sigues libre para generar otros sueños.

lunes, 14 de junio de 2010

AMOR VERSUS DEPENDENCIA


30 de Agosto de 1997
Mediodía en la terraza de una cafetería en el barrio de Pigalle en París. Jorge y Diana están tomando café. Diana lleva un aparatoso vendaje en la cara que le tapa la nariz. Su voz suena gangosa, nasal. La conversación se ve interrumpida de vez en cuando por la sirena de coches de policía que pasan. A nadie le extraña, Pigalle es un barrio peligroso.

J: ¿Por qué no te tomas un croissant con el café? No has comido nada. Estás muy delgada. Tienes que cuidarte.
D: De verdad que no puedo masticar nada, se me resienten todos los huesos de la cara. Bastante esfuerzo me ha costado tragarme la crema Parmentier.- (Observa la mirada de su amigo. Está claro que siente lástima por ella.) - ¿Tengo un aspecto horroroso, no? - ( y continúa ante la negativa que Jorge va a expresar) – No me mientas, que ya sabes que siempre te lo noto.
J: No es que estés horrorosa, es que cuesta trabajo reconocerte. La inflamación te desfigura hasta la expresión de la mirada.
D: No te preocupes, pasará pronto. Me han dicho que en cuatro días ya me podré quitar el vendaje.
J: ¿Y los puntos? ¿Te los quitarán en Huesca o tendrás que volver?
D: No es necesario quitarlos. De todos modos llevo una carta con instrucciones para el otorrino.
E: ¿Cómo quedarás?
D: El cirujano me ha asegurado que bien, que como siempre he sido chata un poco más no se notará apenas.
J: ¡Menos mal! No estaba seguro de poder acostumbrarme a verte con pinta de boxeador.
(Ambos se ríen. Diana se duele y esto les hace más gracia todavía. Siguen riéndose, casi histéricamente, seguramente es una forma de desahogar la tensión que han acumulado. Por fin se calman.)
D: Gracias por haber venido a buscarme. No me apetecía nada volver a casa sola y con este aspecto.
J: Hubiera tenido que venir antes para evitar todo esto. (Señala el vendaje) - Te lo juro, voy a matar a ese tío.
D: Olvídalo, no ha sido culpa suya.
J: ¿No me negarás que te ha pegado?
D: No, Jorge, fue un empujón con mala suerte. Ni siquiera sabe que estoy así. Él sólo quería apartarme para irse, en realidad quien le estaba pegando era yo. Lo golpeaba con los puños mientras le suplicaba que no me dejara...
J: No me lo creo, Di. Tú no has pegado a nadie en tu vida.
D: No sabía lo que hacía, estaba fuera de mí. Me dijo que había llegado la hora de separarnos definitivamente, que cada uno debía empezar a vivir su propia vida, y yo no podía soportar la idea de quedarme sola otra vez.
J: ¿Tan enamorada estabas?
D: No era amor, sino dependencia. Jean Louis siempre me lo decía, pero yo no quería admitirlo. Sólo quería estar con él, a toda costa, como fuera, a su lado... que alguien se ocupara de mí. (Hace verdaderos esfuerzos para evitar las lágrimas que está a punto de derramar) - ¡Uf! Me han dicho que no llore. Llevo las fosas nasales totalmente taponadas y sería muy perjudicial.
J: Pues no llores, ya vale de tristezas. De todos modos creo que hace mucho tiempo que no hablamos tú y yo.
D: No se si es el mejor momento, no me gusta como suena mi voz.
J: Te queda graciosa, como de un chiste de Arévalo. Faltan más de dos horas para coger el avión, cuéntame lo que te apetezca.
(Fragmento perteneciente a "Juegos Fatuos", obra de teatro con aires de telenovela)

martes, 18 de mayo de 2010

LA INTELIGENCIA DE LOS NÍSPEROS


Emérita hacía cola en la sección de verdulería del supermercado para pesar y tasar una bolsa de nísperos. Delante de ella una mujer, a la que recordaba del colegio aunque había olvidado su nombre, daba pacientes instrucciones a su hijo síndrome de down ya adulto. Emérita no podía evitar escuchar la conversación:
- ... es la tecla 61, ¿la ves? .. - mientras señalaba su compra en el cartel multicolor que colgaba sobre la máquina con las frutas, las verduras, y sus correspondientes números identificadores del producto- ... 6 y 1. Y luego coges la etiqueta con la otra mano para que no se te pegue en el guante ...
Emérita perpleja recordaba las veces que la etiqueta adhesiva con el precio se le había pegado en el guante higiénico sin que ella, tantas veces calificada como persona inteligente, se hubiera acordado de que tenía otra mano. Las conclusiones eran tan evidentes que ni siquiera las analizaba.
El hijo ya había pesado su bolsa e instintivamente alargaba la mano derecha para recoger la etiqueta. La madre detuvo su gesto e insistió con tono cariñoso defraudado de " y otra vez te lo tengo que decir "
- Con la otra mano, ¿no ves que si no se te pega al guante? - y un comentario anónimo en voz alta - quiere ayudar y ...
Emérita sonriente se apoyó en el antebrazo de la madre que ahora sí la miraba y detuvo su excusa:
- A mi se me ha pegado la etiqueta muchas veces.
Ya en soledad, Emérita, entretenida en los muchos pensamientos que la escena generaba en su mente, encontró el pequeño dibujito de los nísperos en el cartel y alzó un dedo pulsando estúpidamente el cuadrado a su lado con el número impreso de la referencia. Ojeada de rubor a ambos lados y buscó la maldita tecla en la máquina aliviada de que la intimidad de su gesto le permitiera reírse de la anécdota sin sentir la humillación de la vergüenza.
¿Quién se atreve a determinar la inteligencia?
Por lo menos esta vez se acordó de retirar la etiqueta adhesiva con la otra mano.

lunes, 19 de abril de 2010

SIMBIOSIS


Érase una vez un artista plástico que perdió su musa. Siempre había sido muy prolífico por lo que, a sus casi cincuenta años, numerosas y variadas obras había pintado, modelado o esculpido. Sin embargo, y como de repente, se acabó. Sus lienzos quedaban en blanco, la arcilla se secaba sobre el torno y el mármol acumulaba polvo en un rincón.
Como no soportaba la inactividad, la angustia de creer agotada su creatividad, una noche de sobredosis el desesperado artista se suicidó .
Su alma ascendió al cielo meciéndose delicadamente, como una pluma desafiando la ley de la gravedad. Una estrella, que se precipitaba desde el firmamento extinguiéndose como cualquier otra estrella fugaz, se cruzó en su camino en una mezcla singular, que recargó de energía estelar el alma del malogrado artista.
El problema era que, este nuevo ser, proyectaba demasiada luz y en sí mismo no tenía sombra.
Nunca salía de noche y de día vagaba por parajes solitarios evitando a la gente, y si alguna vez alguien se cruzaba en su camino, procuraba siempre situarse a contraluz, que su inhumano brillo se confundiera con el del sol.
Una mañana de primavera temprana, caminaba por la orilla de un río cuando de pronto una voz llorosa como la de un niño le dijo:
- Ten cuidado que me vas a pisar, ¿Es que no me ves?
El artista miró por todas partes, pero aparte de guijarros y alguna flor silvestre no veía a nadie que pudiera haber hablado. Sin embargo el lloriqueo continuaba siendo perceptible, así que contestó a la voz.
- La verdad es que no te veo.
- Porque soy una sombra.
El artista seguía mirando alrededor, esperando ver de una vez al dueño de esa voz.
- Pero aunque seas una sombra, debería de verte.
- Bueno, es que estoy en el sur, ¿Has visto alguna vez una sombra que se proyecte hacia el sur?
- No - contestó el artista sin pensarlo mucho. Ahora que tantos problemas tenía por su exceso de luz, le costaba recordar las reglas ópticas de las sombras - ¿Qué puedo hacer para verte?
La sombra dubitativa tardó mucho tiempo en responder.
- Sitúate bajo ese árbol y me verás.
El artista se apresuró a obedecerla. Desde su nuevo emplazamiento, pudo distinguir sin ningún problema la silueta de una chica muy joven, no tendría más de dieciséis o diecisiete años. Estaba sentada a la orilla del agua, su melena ondeaba al viento. Su desnudez evocaba un traje de una época unos cuantos siglos atrás.
- ¿Por qué lloras tanto, mujer? - preguntó el artista, arrodillándose a su lado, intentando consolarla.
- ¿Te parece poco? - contestó la joven indignada - no soy más que una sombra sin dueño. Llevo años aquí, sola, sin atreverme a cruzar el río.
- ¿Cómo te llamas?- el artista interrumpió con su pregunta el nuevo arrebato de llanto de la joven - cuéntame que haces aquí.
La sombra enjugó sus lágrimas con un delicado y ridículamente pequeño pañuelo de encaje imaginario que apretaba en una mano.
- Me llamo Ofelia. Una mañana mi ama salió de casa muy temprano. Yo no me levanté para acompañarla porque hacía mucho frío. Además todavía no había salido el sol, no era necesaria mi presencia. - La sombra seguía excusando su pereza, pero el remordimiento era mayor.- Nunca debí dejarla sola. Más tarde salí a buscarla, y sus huellas me trajeron hasta aquí, pero llevo años esperando, y sin saber que hacer. No puedo seguir adelante, - añadió señalando el río y volvió a llorar - porque no sé nadar.
El artista, atónito, no daba crédito a lo que estaba escuchando. Había identificado inmediatamente el personaje de Schakespeare, pero no podía creerlo. Nunca, ni en su época más surrealista, hubiera podido imaginar que los personajes creados por los artistas tuvieran vida real, pero, ¡qué estaba pensando!, nunca hubiera podido imaginar que las sombras tuvieran vida en sí mismas, y sin embargo tenía delante a la sombra, con personalidad propia, de un personaje de ficción.
Muchas ideas se apresuraron en la mente del artista. Pensó por un momento engañarla, pero decidió que la verdad siempre sería lo mejor. Le contó a la joven lo que recordaba de la vieja historia, que el desamor había llevado a su ama a morir ahogada, que ya no volvería.
La joven escuchó en silencio todo el relato, y, en contra de lo que pudiera parecer, esto la tranquilizó. Ya no tendría que esperar más, por fin sabía lo que había pasado.
- ¿Qué debo hacer ahora?- preguntó directamente al artista mirándole confiada, expectante - ¿Crees que debo ahogarme en el río para reunirme con ella?
- No - el artista sonriente y conmovido acarició suavemente el rostro angelical - ya vale de muertes.- y recordando su propio problema añadió.- vente conmigo, yo te necesito, como puedes ver no tengo sombra.
La joven se apresuró a tumbarse a sus pies, pero el artista la alzó negando con la cabeza.
- Prefiero que camines a mi lado. Tenemos muchas cosas de las que hablar, y acabaría con dolor de cuello si tuviera que hacerlo mirando siempre el suelo.
- Vamos a resultar una extraña pareja, yo soy una sombra demasiado pequeña para ti, no sé lo que pensaran cuando nos vean.
- No te preocupes por eso, no es importante para mí y te puedo asegurar que la gente anda demasiado ocupada en sus asuntos para fijarse en la sombra de los demás.
A partir de este momento, el artista y la joven sombra pocas veces se separaron, y su trabajo fue verdaderamente singular. Por el día, la sombra de la joven actuaba como un filtro que humanizaba la vista del artista-estrella, y juntos acudían a los sitios frecuentados por jóvenes ociosos que consumían su vida en el tedio, sin saber que hacer. El artista anónimamente proyectaba su estrella en ellos, ayudándoles a despertar, a conocer el arte, a crear.
Por la noche, la sombra era libre para vivir su propia personalidad. No tenía cuerpo, pero utilizaba su voz y encontró satisfacción en el consuelo de los demás. Contrató una línea de teléfono gratuito, un número al que podían llamar, donde eran escuchados todos los amantes desesperados, los desdeñados, los desqueridos, los solitarios, los que nunca lo habían conocido, y los que todavía buscaban el amor.

(Relato perteneciente a la colección "Cuentos de amor y muerte").

miércoles, 3 de marzo de 2010

OPOSICIÓN


¿Quién puede decir que son iguales
el que roba y el que da
el que mata y el que muere
el que miente y el que dice la verdad?

lunes, 22 de febrero de 2010

DUDA EXISTENCIAL

¿Quién guiará mis pasos por la órbita temporal?

martes, 26 de enero de 2010

ATRACO ADMINISTRATIVO


Estos días de paseos por el nuevo puente sobre el río Isuela, me he acordado de una anécdota que he rescatado del cajón de la rabia insatisfecha. Me limito a reflejarla como en su momento la escribí:
EL edificio donde se ubica mi piso está rodeado por un callejón sin salida que lo separa de las huertas colindantes. En algún tiempo el ayuntamiento debía de tener planes para esta zona, con lo que pintaron la calzada, incluso un paso de cebra, entonces inutil porque moría contra una valla metálica.
Los vecinos, evidentemente, no teníamos ningún escrúpulo en aprovechar esa "plaza de aparcamiento". Una mañana descubro que la grua se me ha llevado el coche. La policía local me informa de que ha sido por estar aparcado en un paso de cebra.
Acudo directamente a la comisaría de la policía nacional a denunciar al agente que firma la denuncia, porque hace falta ser muy tonto o tener muy mala leche para hacer algo así, y a mi entender ninguna de las dos razones lo excusaban.
Me recibió un inspector que me informó de que mi denuncia se tenía que limitar a un recurso administrativo por el importe de la grua, en otro sentido no prosperaría, ya que la policía tiene presunción de inocencia. Era evidente que el agente se había confundido, pero ¿cómo demostrar que lo había hecho de mala fe?
Por lo menos ya no está pintado el paso de cebra.

viernes, 15 de enero de 2010

ANÉCDOTA MÉDICA


No hace mucho tiempo y por motivos laborales, Emérita tuvo que superar un peritaje psiquiátrico.
Por tratarse de una sesión fuera de consulta, la citaron en la mañana de un sábado de estío en una clínica privada local.
Emérita llegó puntual, la sala de espera estaba desierta, una única auxiliar en el mostrador de recepción la informó de que el doctor la recibiría enseguida. Ella sonrío sus gracias a la vez que cogía uno de los caramelos de cortesía que ofrecía una pequeña cestita de mimbre sobre el mostrador. Por costumbre frugal partió el pequeño cilindro de caramelo, envolvió y guardó una de las partes en su bolso, y se llevó la otra mitad a la boca. No había desayunado, un poco de azúcar le sentaría bien.
En ese momento apareció el doctor invitándola a entrar a su consulta, justo al final del pasillo.
La mujer siguió a la desconocida bata, breve vistazo le había asomado melena leonina canosa y barba a juego.
Apretón de manos de recibimiento. Apenas se había acomodado en su asiento, cuando el doctor le espetó:
- ¿A qué se debe esa dimorfía facial?
Emérita no tenía muy clara la intención del galeno al formular esa pregunta tan precipitada, (lo más fácil es suponer que impresionarla, ¿no?), pero, si bien ella desconocía esa palabra, sus conocimientos clásicos le habían desvelado su significado, por lo que, sin modificar lo más mínimo su expresión, respondió:
- Será el caramelo.
Todo hubiera podido quedar en un gracioso gag que rompiera el hielo y facilitara la entrevista, pero el doctor ahondó la pata en el hoyo:
- ¡Ah¡, es que como no lo mueve ...
Sin añadir comentarios Emérita permaneció en su asiento, respondiendo las preguntas de esa basura de informe que tendría que pagar al payaso impostor de profesional que ni siquiera sabía que observar en silencio unos momentos a sus pacientes podida revelarle mucho sobre su actitud, su personalidad, ...
No merece la pena cuestionar su decisión. Necesitaba ese puto documento.