15 de Febrero.- Absurdo olvido me ha confundido al creer que sería gustoso un paseo de mañana temprana por la vía verde, el cierzo helado en la cara no ha tardado en desengañarme.
He cambiado de dirección buscando el abrigo del pinar del cerro de San Jorge, cuando un autobús completamente vacío se ha detenido a mi izquierda ofreciéndome una puerta abierta.
Parecía el inicio de una película de terror, pero el sol radiaba y el conductor me miraba como si necesitara que le diera sentido a su jornada laboral, así que he subido dándole los buenos días para ver dónde me llevaba.
Bonito paseo turístico personal que me ha llevado de un tirón hasta el Centro Cívico Santiago Escartín pasando por el Palacio de Congresos.
El aviso horario de la parada me cerciora de que el bus va con adelanto y que me esperan seis minutos en ralentí, así que en cuanto ha subido una chica, que entre todos los asientos a su disposición ha elegido el de a mi lado de pasillo saludándome los buenos días, he supuesto que era mi relevo y me he apeado dándole las gracias al conductor, que me ha devuelto el saludo de voz y gesto de mano alzada mirándome fijamente pensando yo qué se.
Parque de encuentro, parque de la Universidad y, mientras grabo el abundante chorro de agua del surtidor del estanque, me doy divertida cuenta de que cabía la posibilidad de que me diera tiempo a subirme de nuevo al autobús en la plaza de Santo Domingo y sorprender de nuevo al conductor para darle una anécdota en la qué pensar hoy y quizás contar al llegar a casa.
La plaza está en obras y no acierto a ver la señal de parada provisional. Poco importa, estoy de muy buen humor, me apetece caminar Coso arriba de vuelta a casa y provocar encuentros que efectivamente han sucedido.
La vida es siempre una aventura para el que sabe vivirla.
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