viernes, 9 de octubre de 2009

ECOS DE SOCIEDAD

¿Quién le iba a decir a Sunny Koffy que el día de su boda se iba a sentir tan humillada?
Y es que puede que aquí fuera una extranjera, pero en su país, Sunny era una diosa caribeña.
Haber conseguido una beca artística de cooperación internacional era un sueño hecho realidad.
Poder pintar libremente en aquella lujosa mansión del Valle del Sol junto a Isidro Langerak, un violinista eslavo, y Sam Sekemoto, un escritor japonés de novelas de ciencia ficción, eso ya era un regalo divino.
Y todo esto bajo el mecenazgo del millonario Gobias Koffi, su reciente marido.
Una boda de cuento de hadas que ni siquiera había podido interrumpir el incendio que se provocó en la barbacoa del jardín zen, justo en el momento en que ellos intercambiaban sus anillos.
Y en el día más mágico de su vida, Sunny iba a tener que soportar ver como el anciano rey con el que se acababa de casar, su idolatrado marido, ¿coqueteara con esa bruja de Morgana Wolf?
Para el Sun Valley Times, Agnes Culoprieto.