Por la innegable evidencia del húmedo otoño, y a pesar del retraso horario, me ha dado mucha pereza despertarme.
Ahora no es tibio el sol que calienta mi terraza, y todo me parece distinto.
Llego al parque y la impresionante alfombra que lo cubre me impone, casi no me atrevo a entrar, me siento una intrusa con miedo a perturbar su esencia, a pisar su diseño inquieto y resbaladizo.
Pero entro.
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