30 de Agosto de 1997
Mediodía en la terraza de una cafetería en el barrio de Pigalle en París. Jorge y Diana están tomando café. Diana lleva un aparatoso vendaje en la cara que le tapa la nariz. Su voz suena gangosa, nasal. La conversación se ve interrumpida de vez en cuando por la sirena de coches de policía que pasan. A nadie le extraña, Pigalle es un barrio peligroso.
J: ¿Por qué no te tomas un croissant con el café? No has comido nada. Estás muy delgada. Tienes que cuidarte.
D: De verdad que no puedo masticar nada, se me resienten todos los huesos de la cara. Bastante esfuerzo me ha costado tragarme la crema Parmentier.- (Observa la mirada de su amigo. Está claro que siente lástima por ella.) - ¿Tengo un aspecto horroroso, no? - ( y continúa ante la negativa que Jorge va a expresar) – No me mientas, que ya sabes que siempre te lo noto.
J: No es que estés horrorosa, es que cuesta trabajo reconocerte. La inflamación te desfigura hasta la expresión de la mirada.
D: No te preocupes, pasará pronto. Me han dicho que en cuatro días ya me podré quitar el vendaje.
J: ¿Y los puntos? ¿Te los quitarán en Huesca o tendrás que volver?
D: No es necesario quitarlos. De todos modos llevo una carta con instrucciones para el otorrino.
E: ¿Cómo quedarás?
D: El cirujano me ha asegurado que bien, que como siempre he sido chata un poco más no se notará apenas.
J: ¡Menos mal! No estaba seguro de poder acostumbrarme a verte con pinta de boxeador.
(Ambos se ríen. Diana se duele y esto les hace más gracia todavía. Siguen riéndose, casi histéricamente, seguramente es una forma de desahogar la tensión que han acumulado. Por fin se calman.)
D: Gracias por haber venido a buscarme. No me apetecía nada volver a casa sola y con este aspecto.
J: Hubiera tenido que venir antes para evitar todo esto. (Señala el vendaje) - Te lo juro, voy a matar a ese tío.
D: Olvídalo, no ha sido culpa suya.
J: ¿No me negarás que te ha pegado?
D: No, Jorge, fue un empujón con mala suerte. Ni siquiera sabe que estoy así. Él sólo quería apartarme para irse, en realidad quien le estaba pegando era yo. Lo golpeaba con los puños mientras le suplicaba que no me dejara...
J: No me lo creo, Di. Tú no has pegado a nadie en tu vida.
D: No sabía lo que hacía, estaba fuera de mí. Me dijo que había llegado la hora de separarnos definitivamente, que cada uno debía empezar a vivir su propia vida, y yo no podía soportar la idea de quedarme sola otra vez.
J: ¿Tan enamorada estabas?
D: No era amor, sino dependencia. Jean Louis siempre me lo decía, pero yo no quería admitirlo. Sólo quería estar con él, a toda costa, como fuera, a su lado... que alguien se ocupara de mí. (Hace verdaderos esfuerzos para evitar las lágrimas que está a punto de derramar) - ¡Uf! Me han dicho que no llore. Llevo las fosas nasales totalmente taponadas y sería muy perjudicial.
J: Pues no llores, ya vale de tristezas. De todos modos creo que hace mucho tiempo que no hablamos tú y yo.
D: No se si es el mejor momento, no me gusta como suena mi voz.
J: Te queda graciosa, como de un chiste de Arévalo. Faltan más de dos horas para coger el avión, cuéntame lo que te apetezca.
Mediodía en la terraza de una cafetería en el barrio de Pigalle en París. Jorge y Diana están tomando café. Diana lleva un aparatoso vendaje en la cara que le tapa la nariz. Su voz suena gangosa, nasal. La conversación se ve interrumpida de vez en cuando por la sirena de coches de policía que pasan. A nadie le extraña, Pigalle es un barrio peligroso.
J: ¿Por qué no te tomas un croissant con el café? No has comido nada. Estás muy delgada. Tienes que cuidarte.
D: De verdad que no puedo masticar nada, se me resienten todos los huesos de la cara. Bastante esfuerzo me ha costado tragarme la crema Parmentier.- (Observa la mirada de su amigo. Está claro que siente lástima por ella.) - ¿Tengo un aspecto horroroso, no? - ( y continúa ante la negativa que Jorge va a expresar) – No me mientas, que ya sabes que siempre te lo noto.
J: No es que estés horrorosa, es que cuesta trabajo reconocerte. La inflamación te desfigura hasta la expresión de la mirada.
D: No te preocupes, pasará pronto. Me han dicho que en cuatro días ya me podré quitar el vendaje.
J: ¿Y los puntos? ¿Te los quitarán en Huesca o tendrás que volver?
D: No es necesario quitarlos. De todos modos llevo una carta con instrucciones para el otorrino.
E: ¿Cómo quedarás?
D: El cirujano me ha asegurado que bien, que como siempre he sido chata un poco más no se notará apenas.
J: ¡Menos mal! No estaba seguro de poder acostumbrarme a verte con pinta de boxeador.
(Ambos se ríen. Diana se duele y esto les hace más gracia todavía. Siguen riéndose, casi histéricamente, seguramente es una forma de desahogar la tensión que han acumulado. Por fin se calman.)
D: Gracias por haber venido a buscarme. No me apetecía nada volver a casa sola y con este aspecto.
J: Hubiera tenido que venir antes para evitar todo esto. (Señala el vendaje) - Te lo juro, voy a matar a ese tío.
D: Olvídalo, no ha sido culpa suya.
J: ¿No me negarás que te ha pegado?
D: No, Jorge, fue un empujón con mala suerte. Ni siquiera sabe que estoy así. Él sólo quería apartarme para irse, en realidad quien le estaba pegando era yo. Lo golpeaba con los puños mientras le suplicaba que no me dejara...
J: No me lo creo, Di. Tú no has pegado a nadie en tu vida.
D: No sabía lo que hacía, estaba fuera de mí. Me dijo que había llegado la hora de separarnos definitivamente, que cada uno debía empezar a vivir su propia vida, y yo no podía soportar la idea de quedarme sola otra vez.
J: ¿Tan enamorada estabas?
D: No era amor, sino dependencia. Jean Louis siempre me lo decía, pero yo no quería admitirlo. Sólo quería estar con él, a toda costa, como fuera, a su lado... que alguien se ocupara de mí. (Hace verdaderos esfuerzos para evitar las lágrimas que está a punto de derramar) - ¡Uf! Me han dicho que no llore. Llevo las fosas nasales totalmente taponadas y sería muy perjudicial.
J: Pues no llores, ya vale de tristezas. De todos modos creo que hace mucho tiempo que no hablamos tú y yo.
D: No se si es el mejor momento, no me gusta como suena mi voz.
J: Te queda graciosa, como de un chiste de Arévalo. Faltan más de dos horas para coger el avión, cuéntame lo que te apetezca.
(Fragmento perteneciente a "Juegos Fatuos", obra de teatro con aires de telenovela)
2 comentarios:
Diana en París. Dibujo diital perteneciente a la colección "Otors personajes"
MARGARITA, POR FIIIIIN¡¡¡¡, QUE TAL, SOY RUBEN; ESTA ES LA SEGUNDA VE QUE ENTRO EN TU BLOG, LA PRIMERA YA NI ME ACUERDO. SOLO HE PODIDO LEERME EL PRIMER RELATO, MUY CHULO. ANIMO,ESTA MUY BIEN LOS CONTENIDOS, SEGURO QUE AHORA ME METERE MAS; POR CIERTO MIRÉ HACE DIAS LO DE LAS BECAS PERO EL PLAZO TERMINÓ A PRINCIPIOS DE JUNIO. JOEEEEER. BUENO, T DEJO MI CORREO, ES: rubenvladimir@yahoo.es. UN ABRAZO
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