lunes, 19 de abril de 2010

SIMBIOSIS


Érase una vez un artista plástico que perdió su musa. Siempre había sido muy prolífico por lo que, a sus casi cincuenta años, numerosas y variadas obras había pintado, modelado o esculpido. Sin embargo, y como de repente, se acabó. Sus lienzos quedaban en blanco, la arcilla se secaba sobre el torno y el mármol acumulaba polvo en un rincón.
Como no soportaba la inactividad, la angustia de creer agotada su creatividad, una noche de sobredosis el desesperado artista se suicidó .
Su alma ascendió al cielo meciéndose delicadamente, como una pluma desafiando la ley de la gravedad. Una estrella, que se precipitaba desde el firmamento extinguiéndose como cualquier otra estrella fugaz, se cruzó en su camino en una mezcla singular, que recargó de energía estelar el alma del malogrado artista.
El problema era que, este nuevo ser, proyectaba demasiada luz y en sí mismo no tenía sombra.
Nunca salía de noche y de día vagaba por parajes solitarios evitando a la gente, y si alguna vez alguien se cruzaba en su camino, procuraba siempre situarse a contraluz, que su inhumano brillo se confundiera con el del sol.
Una mañana de primavera temprana, caminaba por la orilla de un río cuando de pronto una voz llorosa como la de un niño le dijo:
- Ten cuidado que me vas a pisar, ¿Es que no me ves?
El artista miró por todas partes, pero aparte de guijarros y alguna flor silvestre no veía a nadie que pudiera haber hablado. Sin embargo el lloriqueo continuaba siendo perceptible, así que contestó a la voz.
- La verdad es que no te veo.
- Porque soy una sombra.
El artista seguía mirando alrededor, esperando ver de una vez al dueño de esa voz.
- Pero aunque seas una sombra, debería de verte.
- Bueno, es que estoy en el sur, ¿Has visto alguna vez una sombra que se proyecte hacia el sur?
- No - contestó el artista sin pensarlo mucho. Ahora que tantos problemas tenía por su exceso de luz, le costaba recordar las reglas ópticas de las sombras - ¿Qué puedo hacer para verte?
La sombra dubitativa tardó mucho tiempo en responder.
- Sitúate bajo ese árbol y me verás.
El artista se apresuró a obedecerla. Desde su nuevo emplazamiento, pudo distinguir sin ningún problema la silueta de una chica muy joven, no tendría más de dieciséis o diecisiete años. Estaba sentada a la orilla del agua, su melena ondeaba al viento. Su desnudez evocaba un traje de una época unos cuantos siglos atrás.
- ¿Por qué lloras tanto, mujer? - preguntó el artista, arrodillándose a su lado, intentando consolarla.
- ¿Te parece poco? - contestó la joven indignada - no soy más que una sombra sin dueño. Llevo años aquí, sola, sin atreverme a cruzar el río.
- ¿Cómo te llamas?- el artista interrumpió con su pregunta el nuevo arrebato de llanto de la joven - cuéntame que haces aquí.
La sombra enjugó sus lágrimas con un delicado y ridículamente pequeño pañuelo de encaje imaginario que apretaba en una mano.
- Me llamo Ofelia. Una mañana mi ama salió de casa muy temprano. Yo no me levanté para acompañarla porque hacía mucho frío. Además todavía no había salido el sol, no era necesaria mi presencia. - La sombra seguía excusando su pereza, pero el remordimiento era mayor.- Nunca debí dejarla sola. Más tarde salí a buscarla, y sus huellas me trajeron hasta aquí, pero llevo años esperando, y sin saber que hacer. No puedo seguir adelante, - añadió señalando el río y volvió a llorar - porque no sé nadar.
El artista, atónito, no daba crédito a lo que estaba escuchando. Había identificado inmediatamente el personaje de Schakespeare, pero no podía creerlo. Nunca, ni en su época más surrealista, hubiera podido imaginar que los personajes creados por los artistas tuvieran vida real, pero, ¡qué estaba pensando!, nunca hubiera podido imaginar que las sombras tuvieran vida en sí mismas, y sin embargo tenía delante a la sombra, con personalidad propia, de un personaje de ficción.
Muchas ideas se apresuraron en la mente del artista. Pensó por un momento engañarla, pero decidió que la verdad siempre sería lo mejor. Le contó a la joven lo que recordaba de la vieja historia, que el desamor había llevado a su ama a morir ahogada, que ya no volvería.
La joven escuchó en silencio todo el relato, y, en contra de lo que pudiera parecer, esto la tranquilizó. Ya no tendría que esperar más, por fin sabía lo que había pasado.
- ¿Qué debo hacer ahora?- preguntó directamente al artista mirándole confiada, expectante - ¿Crees que debo ahogarme en el río para reunirme con ella?
- No - el artista sonriente y conmovido acarició suavemente el rostro angelical - ya vale de muertes.- y recordando su propio problema añadió.- vente conmigo, yo te necesito, como puedes ver no tengo sombra.
La joven se apresuró a tumbarse a sus pies, pero el artista la alzó negando con la cabeza.
- Prefiero que camines a mi lado. Tenemos muchas cosas de las que hablar, y acabaría con dolor de cuello si tuviera que hacerlo mirando siempre el suelo.
- Vamos a resultar una extraña pareja, yo soy una sombra demasiado pequeña para ti, no sé lo que pensaran cuando nos vean.
- No te preocupes por eso, no es importante para mí y te puedo asegurar que la gente anda demasiado ocupada en sus asuntos para fijarse en la sombra de los demás.
A partir de este momento, el artista y la joven sombra pocas veces se separaron, y su trabajo fue verdaderamente singular. Por el día, la sombra de la joven actuaba como un filtro que humanizaba la vista del artista-estrella, y juntos acudían a los sitios frecuentados por jóvenes ociosos que consumían su vida en el tedio, sin saber que hacer. El artista anónimamente proyectaba su estrella en ellos, ayudándoles a despertar, a conocer el arte, a crear.
Por la noche, la sombra era libre para vivir su propia personalidad. No tenía cuerpo, pero utilizaba su voz y encontró satisfacción en el consuelo de los demás. Contrató una línea de teléfono gratuito, un número al que podían llamar, donde eran escuchados todos los amantes desesperados, los desdeñados, los desqueridos, los solitarios, los que nunca lo habían conocido, y los que todavía buscaban el amor.

(Relato perteneciente a la colección "Cuentos de amor y muerte").

2 comentarios:

Margarita Franco Sanagustín dijo...

Zapatos. Dibujo digital perteneciente a la colección "Detalles delicados"

Bruja24 dijo...

un cuento surrealista y precioso...