sábado, 2 de mayo de 2009

CRÓNICAS DEL ARTE

Nada más entrar en la cafetería, Ella lo vio. Imposible evitar pasar a su lado. Por un momento pareció que no iba a saludarlo, pero se detuvo el tiempo indispensable para estamparles dos besos a Él y a su novia holograma.
Desde la barra, la camarera le presentaba un botellín de coca cola suponiendo que iba a ser su consumición, Ella afirmó con la cabeza esbozando una leve sonrisa de satisfacción de clienta recordada. Mientras cumplía con los trámites del servicio, su mente analizaba inquieta la situación sabiéndose espiada, ¿dónde sentarse?. Un rápido barrido sin detenerse a escrutar no le devolvió la imagen de ningún rostro conocido, así que las opciones se limitaban a dos, ocupar una mesa en solitario, o sentarse a su lado. Optó por la menos mala, la que menos declaraba sus sentimientos.
La escena hubiera debido desarrollarse en estos términos:
Ella se sentaba decidida frente a Él, directa la mirada, y sin una sola pausa le espetaba:
- No me gusta lo que haces, desconfío de tus intenciones y me siento maltratada, No te creas que me place ver como utilizas a tu supuesta novia de dos baldas, porque es evidente que no le has mostrado la realidad de tu naturaleza.
Después hubiera mirado directamente a la chica y hubiera continuado su auto lacerante monólogo:
- Y tú, búscate alguien que te quiera y que se deje querer, que seguramente te lo mereces. Disfruta tu vida. – y de nuevo se dirigía a Él – y Tú vive la propia tuya de una vez.
La escena hubiera debido desarrollarse en estos términos y sin embargo, Ella se sentó anónimamente a su lado declarando su obvia soledad, cumplió sin entusiasmo su papel de intermitente contertuliano, mientras su mente paralela observaban el temario estratégicamente abandonado sobre la mesa y las demás evidencias de que no la iba a dejar en paz. El asedio de algún modo continuaba y a Ella empezaba a darle igual aunque todavía no había perdido la sensibilidad que la acercaba a las lágrimas. Sólo durante una breve pausa de complicidad sin testigos aprovechó para un dolido y sin respuesta, ¿Y Tú de qué vas?. Él continuó su charla banal con o sin intención de un yo qué me se, hasta que se marchó con su chica antigua.
Ella los miró caminar hasta la puerta de la cafetería, izó con garbo una silla hasta depositarla en el centro de otro grupo de tertulia, saludó su entrada, y el escenario cambió.

4 comentarios:

GiraLima dijo...

habría estado bien que Ella se hubiera atrevido... a ver qué pasaba. Un beso!

Margarita Franco Sanagustín dijo...

no creo que fuera cuestion de atreverse, seguramente no le interesaba alguien así.

Rafael dijo...

"La escena hubiera debido desarrollarse en estos términos" pero cuántas veces no sucede, no acaece, así. Parece que vivimos en mundos escénicos paralelos:en uno adoptamos el papel de lo-que-se-supone-que-he-de-decir; en el otro,lo-que-desearía-hacer o decir. En definitiva, morderme la lengua y salir bien airado de la situación. Pero, como dice el dicho, más vale una imagen que mil palabras, y al leerte fantaseo que Ella muestra un rostro a El, que es el rostro de la decepción, de la despedida.

Margarita Franco Sanagustín dijo...

Que más quisiera Ella, Rafael, que poder despedirse y ya está, olvidarlo.