domingo, 3 de agosto de 2008

EL CÁNCER DE DIOS

Porque si Dios nos hizo a su imagen y semejanza, nos hizo Dioses

La primera vez que vi a Dios, yo viajaba en un autobús urbano. Efímera visión de un hermoso adolescente acompañado de una chica que supuse su novia. No recuerdo con exactitud los pensamientos que cruzaron por mi mente en tan poco tiempo. Que era muy guapo, seguro. Recuerdo sin ninguna duda que pensé en la suerte que tenía esa chica, porque yo creía que, siendo una mujer casada, pasada la treintena, y no considerada guapa según los cánones más comunes, ya nunca podría tener acceso a un novio así. Pero me temo que mi último pensamiento fue desear ser como Él, por suponer que, para un hombre y con su físico, todo debería de ser ventajas en este mundo. Hercúleo esfuerzo para alguien con filosofía de "No haré por ti lo que puedas hacer tú mismo". Y es que entonces yo no sabía que aquel joven era Dios.
Poco tiempo pasó antes de que volviera a verlo en circunstancias muy parecidas. Visión mucho más breve que sirvió para asegurarse de que yo plasmaba en mi retina su imagen.
Me atrevo a asegurar que estos primeros encuentros tuvieron como objetivo enmendar un error muy posterior en el tiempo, el sitio elegido para nuestro primer encuentro. Pero no quiero adelantar acontecimientos.
Desconozco la mayoría de las circunstancias de su vida durante los más de diez años que pasaron antes de que volviera a verlo. No suelo cotillear. Además ya no me creo con firmeza nada de lo que los demás me cuentan. Ni siquiera lo creo a Él mismo, porque yo se que Dios miente. Ya puede Él llamarlo ejemplos, metáforas o parábolas. Para mi no son más que mentiras.
La única conclusión que me atrevo a formular es que, durante este tiempo, Dios se preocupó de estar presente en mi entorno social más próximo evitando sin embargo la presencia física directa. Lo afirmo con dudas porque esta ciudad es pequeña y la gente acaba relacionándose con el mero rodar del tiempo, pero aseguraría que eligió con algún propósito, que me incluye, el trato de personas allegadas a mí, las casas en las que ha habitado desde la infancia, sus amigos, sus estudios…, toda una telaraña de detalles que con angustia observo crecer.
Sospecho que este tipo de casualidades las ha buscado también en otros entornos, en estas circunstancias no soy diferente al resto de la humanidad. Mi autentico castigo personal es el de ser la impotente testigo de su naturaleza divina. Creo ser la única persona que conoce a Dios.
(Fragmento de la recreación de una paranoia)

1 comentario:

Margarita Franco Sanagustín dijo...

EFICACIA. Dibujo digital perteneciente a la colección "Sentimientos"