martes, 1 de julio de 2008

COMPENSACIÓN

CAPÍTULO XI

Lola dejó de correr. Era inútil continuar, lo había perdido. El autobús de Línea empequeñecía cuanto más se alejaba de la parada. Se detuvo jadeante y sudorosa. Apoyó una abultada bolsa de deporte en el banco acristalado. Se sentó para recuperar el aliento y quitarse del sol de una calurosa tarde de septiembre. La cara entre las manos, los codos apoyados en las rodillas. La mochila le molestaba en la espalda. Se levantó y la dejó caer al suelo al lado de la bolsa. Sopesaba sus posibilidades. Hubiera podido volver al pueblo y coger el autobús al día siguiente, pero ya se había decantado por esperar al transporte escolar y pedirle al conductor que la llevara cuando una furgoneta se detuvo delante de ella. La conducía una mujer que empezó a girar muy despacio, frenó de nuevo y bajó la ventanilla. Ambas se quedaron mirando sin saber cual era el siguiente paso.
- ¿Te llevo a alguna parte?
- ¿Vas a Huesca?
- Claro.
Se levantó como impulsada por un resorte. Iba a dar la vuelta para subir por el otro lado, pero la mujer bajó de la furgoneta.
- Espera. Mejor ponemos el equipaje detrás, que iremos más cómodas.
- Pero yo no puedo pagarte. – comentó tímidamente la joven señalando con la barbilla el cartelito de SP unido a la matrícula.
- No te preocupes, ya no quiere decir nada. Es sólo que se me ha olvidado quitarlo.
Cuando abrió la puerta, algo metido en un trasportín de mascotas empezó a gemir.
- ¿Qué llevas ahí? ¿Un gato?
- No, mi perra.
- ¡Hala, qué maja! Es salchicha, ¿Verdad?
La mujer afirmó con la cabeza mientras ocupaban ya los asientos delanteros. La joven, vuelta hacia atrás, no dejaba de hacer caricias a la perrita a través de la portezuela enrejada.
- ¿Cómo se llama?
- Frida. Abróchate el cinturón, por favor.
- ¡Ah, sí! Qué casualidad que pasaras por aquí. He perdido el autobús y ya me estaba resignando a tener que volver a casa.
- En realidad no tengo ni idea de cómo me he salido de la autovía. Cuando me he querido dar cuenta estaba en una vía de servicios. Este pueblo se llama San Jorge, ¿no?
- Sí. – tras un momento de silencio, la chica añadió. - Es fácil que pase.
- ¿El qué?
- Salirse de la autovía. Sólo con que te despistes un poco...
¿Un poco? Amanda se dio cuenta de que desde que había salido de Zaragoza no había hecho otra cosa que pensar en sus asuntos. Había conducido con el piloto automático. Sofía volvía de nuevo a Madrid. El curso comenzaba y ella se quedaría de nuevo sola. Había disfrutado tanto con su hija durante el mes de agosto. Primero la cabaña del bosque y luego dos semanas de vacaciones en Galicia. Lo había sugerido Sofía. Dijo que no soportaba más estar en Huesca, que necesitaba salir de allí como fuera. El tal Cristian se escondía tras esta precipitada huída, seguro. Agradecida estaba a aquel desconocido mujeriego que le daba la oportunidad de iniciar una relación de amistad con su hija. ¡Cuántas cosas habían hecho juntas! Si hasta se había dejado convencer para hacer rafting. Desde que la Danza le había descubierto sus posibilidades físicas, Amanda había perdido gran parte de sus miedos.
- La verdad es que soy conductora novata – Había recordado que llevaba una pasajera, ya no podía despistarse, tenía que mantenerse atenta a la conducción – He estado a punto de decirte que te llevaba si conducías tú.
- Yo no tengo carné.
- Mujer, ya lo supongo. Era una broma. – Sonriendo añadió – Me llamo Amanda, ¿y tú?
- Lola.
- ¡Anda! Como mi madre.
- Bueno, mi nombre no es Dolores.
- ¿Cómo te llamas, pues?
La chica comenzó a tararear una vieja tonada. La mujer la miraba sin comprender.
- ¿No lo adivinas? ¿No conoces la canción? - Siguió tarareando.
- ¿Amapola? – Preguntó Amanda sonriente.
- Sí, tía, no te rías.
- Si no me rió. En realidad me parece un nombre muy curioso. Creo que no conozco a nadie que se llame así.
- No, ni yo tampoco. Me lo puso mi madre, que entonces debía de tener muy buen humor. Me contó que la primera imagen que recordó al despertar del Pentotal del parto eran los inmensos campos de trigo manchados de rojo que había visto desde la ventanilla del taxi camino del hospital. Se incorporó en la camilla gritando "amapolas" dándole un terrible susto al ginecólogo que exclamó "bonito nombre para una pelirroja, si señor", y así me bautizaron.
(Fragmento de la novela "Amanda Erosionada")

2 comentarios:

Margarita Franco Sanagustín dijo...

Uno de mis personajes favoritos. ¿Qué nuevas palabras alargarán su vida?

Margarita Franco Sanagustín dijo...

Lola en la furgoneta.
Dibujo digital perteneciente a la colección "Personajes"