lunes, 21 de julio de 2008

LA MAREA

CAPÍTULO VII
Una noche deambulaba insomne, distraído, únicamente los radares de emergencia activados. Sus pasos le llevaron al 31. Era tarde, Cristian estaría a punto de cerrar, tal vez lo convenciera para perder un rato juntos. Nada más entrar en el bar sintió un extraño desasosiego de alerta. Provenía del fondo del bar, donde su amigo conversaba animadamente con una chica que tardó un segundo en recordar de qué la conocía. Imagen de una niña con trenzas chocando apresurada contra él por los pasillos de la escuela de su EGB en Huesca. Era la única cliente en el local así que se acercó a ellos.
- Hombre, hablando del rey de Roma. – el camarero lo saludaba exagerando el ademán de acogida.
- ¿Qué te estaba contando este mentiroso de mi?
Jaime miraba directamente a la chica. Era alta, fuerte, bien musculada, muy guapa. Morena de piel y pelo como él, incluso se le parecía un poco aunque sus ojos fueran de color azul intenso. Nunca se había sentido tan atraído. Sus circuitos ardían, estaba claro que esa chica iba a ser importante en su vida.
- De mentiras, nada. – contestó Cristian. - Le contaba a Sofía que estás loco, tío, que esta tarde te habías enfadado conmigo por una tontería y habías tirado media sandía por la ventana.
- ¡Ah!, era eso. – sonrío recordando la anécdota. Todo había sido actuación. Cristian no sabía que la sandía le había dado a un gitanillo que intentaba robar un móvil olvidado en un descapotable. Se asustó tanto por lo extraño del proyectil que huyó desenfrenado. – perdóname, colega, hasta yo mismo me sorprendo a veces de lo violento que me pongo.
Mucho rato estuvieron hablando esa noche los tres, pero Jaime no tuvo ninguna oportunidad. Estaba claro que esa chica estaba coladita por Cristian. No era la mujer de su vida, sentenció decepcionado. Entonces ¿por qué señales de alerta no dejaban de sonar en sus tímpanos?
- Siempre me ha gustado la gimnasia, los ejercicios de suelo sobre todo. De pequeña deseaba más que nada en el mundo ser campeona olímpica. Pero mis padres me dieron tanto la vara con lo de que dedicara más tiempo a los estudios, que siempre habría tiempo para el deporte, que no he practicado mucho, y ahora ya es tarde.
- Aún podrías serlo, si de verdad lo quisieras. – le sugirió Cristian y ella le respondió con una radiante sonrisa casi cursi.
- No, que va. La edad es importante en la alta competición.
Jaime se embelesó con el mohín decepcionado de esa casi niña. Cortó en seco su sonrisa bobalicona sin dar crédito a su propio comportamiento.
- Bueno, siempre hay formas indirectas de lograr nuestros deseos. - Si había pretendido resultar interesante a Sofía le sonó pretencioso. – mujer, me refiero a la enseñanza. – se apresuró a aclarar cualquier posible mala interpretación. – Dicen que la mayor satisfacción de un maestro es que sus alumnos lo superen. Podrías ser la entrenadora de una futura campeona olímpica.
Jaime hizo un respingo con la nariz. Era un gesto de otra persona, esperaba que Cristian inconscientemente lo identificara y le recordara una conversación que había mantenido hacía unas horas. Era una técnica que estaba experimentando para casos de emergencia, telepatía inducida, y esta vez funcionó.
- ¡Qué casualidad! – Cristian había recordado – un profesor que viene por aquí me ha comentado hace un rato que le había tocado estar en el tribunal de las pruebas de acceso al INEF. Aun debe de estar abierto el plazo de inscripción.
Nadie notó el profundo malestar que empezó a recorrer el cuerpo de Jaime, que apoyó su brazo izquierdo en la barra hasta que tuvo fuerzas suficientes para salir a la calle. Se arrastró pared abajo hasta sentarse en la acera. Una mujer a su lado atisbaba indecisa a través de los cristales hasta que se decidió a entrar en el bar.
- Este año termino el bachillerato. Tío, ¡que fuerte!. Cristian, como pueda ingresar en el INEF te deberé la vida.
- Yo con un beso me conformo.
La entrada de la mujer interrumpió la escena. Sofía saltó de la banqueta corriendo alborozada a su encuentro.
- ¡Mamá!, ¿Ya has terminado las compras? No te vas a creer lo que tengo que contarte...
La conversación continuó en el interior pero las voces no eran más que un incomprensible murmullo atronando el cerebro de Jaime, que no pudo discriminar más que un grave y ralentizado "Adiós", cuando las dos mujeres salieron del bar y se alejaron con paso seguro dirección al coso.
Cristian echó el cerrojo sorprendido por el cambio de humor de su amigo. Lo conocía lo suficiente para saber que esa llegada intempestiva al bar significaba que buscaba acción.
- Mejor lo dejamos para otro día. – Jaime se había recuperado, pero se sentía exhausto.
- Como quieras. Me vendrá bien descansar. Aún no me he recuperado del finde pasado y mañana viernes otra vez.
Empezaron a caminar cabizbajos, en silencio. El asfalto recién regado refrescaba una calurosa noche que se anticipaba en un mes al verano.
- No tengo sueño todavía. ¿Un porro en el parque y a dormir?
- Hecho.
(Fragmento de la novela "Deseos")

1 comentario:

Margarita Franco Sanagustín dijo...

Dibujo digital del mismo título, perteneciente a la colección "Personajes"